“Sobre el origen de la enfermedad basta entender un poco de la dinámica de los virus y su vínculo con la fauna. Los virus son las entidades biológicas más abundantes, existen miles de millones de tipos diferentes, más que cualquier otros ser vivo y todos infectan y son patógenos y además tienen una enorme facilidad de mutar (he de decir que el Sars-CoV2 no cambia mucho, como otros virus, para nuestra fortuna).”
Horacio Cano Camacho
A nosotros nos encantan las conspiraciones. Desde niños cuando reprobamos una materia o un examen, lejos de aceptar nuestras limitaciones y errores, buscamos excusas en los demás: al profe le caigo mal, me preguntaron cosas que no nos enseñaron, me tienen mala idea y un sinfín de explicaciones, a veces muy abigarradas. No excluyo que muchas veces si existen realmente malos profesores que se pasan de rosca y, además, muchas condiciones externas que pueden dificultar un buen resultado, pero en términos generales siempre hay una manera “fácil” de evadir nuestra propia responsabilidad.
Este juego se va haciendo cada vez más sofisticado al grado que nosotros siempre somos inocentes y siempre son los demás quienes conspiran para que nos vaya mal. El asunto es que se va convirtiendo en una norma de conducta para explicarnos el mundo. De niños es un juego, de adultos, comienza a tomar derroteros muy complejos y en ocasiones siniestros.
Hay mucha gente que tiene una relación muy difícil con todo tipo de autoridad y cualquier cosa que esta diga o haga será asumida como una mentira, una manipulación o una falsedad: las vacunas son un recurso para controlarnos, aunque llevamos más de 200 años vacunándonos; tal enfermedad fue provocada por alguna entidad para deshacerse de nosotros o de algún grupo en particular o su contraparte, esa enfermedad no existe y todo es un complot para modificar variables económicas, aun cuando existan explicaciones muy objetivas y basadas en evidencias.
El asunto es que quien sostiene alguna conspiración se asume como “líder” de un grupo de fieles. Es el listo, el que tiene información que nadie más, el que sabe o tienen una fuente confiable, que por supuesto nunca se revela. Ese líder es poseedor de una verdad incontrovertible. Y su grupo de creyentes le sigue. Contra esta forma de pensamiento grupal es muy difícil luchar.
Sobre el origen del SARS-CoV2, causante del Covid hemos leído cualquier cantidad de teorías de conspiración, desde guerra biológica; un descuido de los científicos (muy cinematográfica), hasta una forma de medida económica para controlar mercados. El problema es que los creyentes simplemente ignoran o evaden cualquier pensamiento racional. Creer es siempre más sencillo que saber…
Sobre el origen de la enfermedad basta entender un poco de la dinámica de los virus y su vínculo con la fauna. Los virus son las entidades biológicas más abundantes, existen miles de millones de tipos diferentes, más que cualquier otros ser vivo y todos infectan y son patógenos y además tienen una enorme facilidad de mutar (he de decir que el Sars-CoV2 no cambia mucho, como otros virus, para nuestra fortuna).
Este virus del Covid es una zoonosis, es decir, se transmite de animales a humanos, y lo es como sus parientes coronavirus más cercanos y famosos, el SARS y el MERS. El que sean los murciélagos los portadores primarios no es ni extraño ni sorprendente. Las enfermedades virales más complejas y aterradoras de los últimos años han surgido en este grupo de organismos de donde han saltado al humano: Los ya mencionados Sars (el primero) y Mers, el Ébola, Maburgo, Nipah, Hendra y por supuesto el Covid-19, son algunas de las enfermedades virales pandémicas que han emergido en los últimos años.
Y no es casual que sea el murciélago su origen primario. Primero, son mamíferos muy cercanos a nosotros y no muy distintos, genética, anatómica y funcionalmente, de manera que un salto, tal vez a través de un intermediario aun más cercano a nosotros es muy sencillo.
Los murciélagos vuelan y con ello pueden recorrer grandes distancias llevando sus excreciones infestadas muy lejos de sus lugares de residencia o contagiarse de otras enfermedades en sus recorridos. Además, los murciélagos en su dinámica diaria conviven continuamente con otros mamíferos que pueden entrar en contacto con nosotros de manera más fácil, como sucede en las granjas de traspatio. El asunto es que hemos llegado a lugares donde los murciélagos viven muy en paz a través de expulsar poblaciones humanas a las selvas (África) a través de las guerras intestinas; hemos devastado las selvas y bosques para cultivos, expulsando a las poblaciones de murciélagos hacia el encuentro con humanos (Brasil y México) o los traemos a las ciudades como alimento, mascotas o imperceptiblemente en otros productos, además de que hemos roto muchas de las cadenas tróficas que los mantenían controlados.
Los murciélagos son reservorios de muchos tipos de virus muy relacionados con virus de humanos. Pero, además, están vinculados con virus de cerdos, aves, y otros animales silvestres que en muchos lugares se usan de alimento o de mascota, creando el escenario perfecto para una recombinación potencialmente desventajosa para nosotros. De manera que inventar una conspiración tienen mucho del niño que culpa a los demás de sus malos resultados. Aceptar las evidencias es aceptar nuestra responsabilidad en el desastre y eso es difícil.
¿Y si acabamos con los murciélagos? He leído estas “propuestas” que son tremendas y no servirían de nada puesto que los virus tienen o encontrarán otros reservorios. Además, los murciélagos son organismos extraordinariamente resistentes a sus virus y más nos vale que los estudiemos para comprender como es su sistema inmunológico y por qué aguantan esas cargas virales tan campantes. Mientras los dejemos en paz no representan peligro alguno y sí nos proporcionan valiosos servicios ambientales.
¿Por qué en China? Cierto que en China han surgido o se han identificado muchas de las epidemias respiratorias más notorias de los últimos tiempos. Pero suponer que solo lo son en China es desconocer la realidad: África, América y otras zonas de Asia y antes en Europa, se han generado muchas enfermedades, incluso más terribles (para no ir más lejos, la terrible pandemia de “gripe española”, surgió en EUA). No es patrimonio de un país en particular, los bichos no tienen pasaporte ni reconocen fronteras. Ciertamente, en esta enfermedad en particular, China tienen condiciones que la facilitan, tales como una altísima concentración humana urbana, persistencia de practicas ganaderas de traspatio (no muy diferentes a las de México), aún en las grandes ciudades y la costumbre muy arraigada de consumir animales silvestres tanto como alimento, como parte de su “medicina” tradicional, lo que pone a estos virus en una condición de contacto continuo con nosotros.
Las teorías de conspiración pueden ser causa de risa y parecer inocuas, pero no lo son. Desmovilizan a mucha gente de los cuidados que deben tener, fomentan la irresponsabilidad social y la falta de empatía con los demás al darnos la sensación de que nosotros somos más inteligentes puesto que “hemos descubierto” que la enfermedad no existe o las vacunas son “malas” o nos llevan a asumir prácticas que pueden resultar muy peligrosas (beber cloro, desatender los tratamientos médicos adecuados). Lo verdaderamente inteligente es alejarnos de este tipo de gurús grupales y aceptar que no sabemos, pero podemos saberlo…
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