“Contagio parte de algunos ejemplos y la manera en que estos virus saltaron al humano. Siempre han estado allí y es probable que en el pasado hayan sido los responsables de brotes muy localizados e ignorados. El otro gran protagonista, es la destrucción del hábitat de sus vectores y su acercamiento a las poblaciones humanas. Nos explica como pasan a otros mamíferos y como se nos acercaron.”
Horacio Cano Camacho
Días atrás, la prensa dio cuenta de un brote del virus Marburgo en África y también de nuevos brotes de Ébola. Con el brote de la llamada viruela del mono y desde luego, la pandemia provocada por el virus SARS-CoV2, constituyen un recordatorio cruel de que las enfermedades están allí y no podemos descuidarnos, en particular las provocadas por virus. Con mucha facilidad olvidamos estos hechos y bajamos la guardia.
Nos cuesta caer en cuenta que somos uno de los innumerables organismos vivos de la Tierra, y esto es importante para entender que estaremos en plena convivencia entre todos, por lo que es necesario el respeto a los límites con otras especies en un mundo tan frágil.
Si podemos hacer un listado de los principales virus que atacan al humano y que están entre los virus más letales, nos encontraremos que todos ellos saltaron a nosotros porque olvidamos esos límites entre las especies: Marburgo, el virus más letal de los conocidos que atacan a los humanos, con una tasa de letalidad de entre el 90%; Ébola, con una letalidad del 90%; Hanta, con 60% de letalidad; Gripe aviar con 53%; Virus de Lassa, con una tasa de mortalidad que pueden alcanzar el 92%, dependiendo del estado de salud del enfermo; Fiebre hemorrágica argentina con tasas del 30%; Fiebre hemorrágica de Crimea-Congo con mortalidad del 40-50%; Machupo con una mortalidad del 45%; virus hemorrágico Kyasanur y virus del Dengue hemorrágico, con tasas de mortalidad por arriba del 20%. Todos son virus y no existe hasta ahora ningún medio clínico para ser tratados.
Todos estos son virus con una evolución muy rápida, si bien son de familias distintas, se caracterizan por producir hemorragias severas en diversas partes del cuerpo. Otra característica es que saltaron al ser humano cuando invadimos el hábitat de animales como murciélagos, roedores, aves migratorias. Ninguna de estas enfermedades tiene cura, aunque se están ensayando varias plataformas de vacunas, algunas de las cuales se usaron contra el Sars-CoV2. Otros virus con tasas de mortalidad por arriba del 40% son el SARS original y el MERS, ambos coronavirus muy vinculados al que produce el Covid, pero más letales. Para comparar, el SARS-CoV2, responsable del Covid-19 tiene una tasa de mortalidad que no supera el 9%.
Con estos antecedentes, sería muy conveniente que nos informáramos más y una referencia es el texto que ahora les recomiendo. Se trata de Contagio, de David Quammen (publicado por Debate, 2020). Quammen es un periodista especializado en temas de ciencia y un divulgador de la ciencia de primer nivel. Este libro fue todo en éxito desde su primera edición en 2014. Contagio es un análisis de la evolución de las pandemias en la historia moderna.
Contagio parte de algunos ejemplos y la manera en que estos virus saltaron al humano. Siempre han estado allí y es probable que en el pasado hayan sido los responsables de brotes muy localizados e ignorados. El otro gran protagonista es la destrucción del hábitat de sus vectores y su acercamiento a las poblaciones humanas. Nos explica como pasan a otros mamíferos y como se nos acercaron.
El autor no duda en afirmar que fuimos nosotros quienes creamos la pandemia del Covid-19. Y no, no se trata de una conspiración de los chinos o algunas “tribus” del África que construyeron a estos bichos, como pretenden los negacionistas del cambio climático y las vacunas. Nos sitúa perfectamente en los escenarios donde surgieron estas enfermedades, África, China, las planicies del centro de EUA y responde a varias preguntas, ¿por qué son los murciélagos los grandes reservorios o los roedores y aves migratorias?
El caso de los murciélagos es muy ilustrativo. Son animales muy diversos, que suelen vivir hacinados en cavernas, son resistentes a sus virus y “muy tolerantes” a su presencia. Pueden vivir hasta 20 años y esas tres condiciones, longevidad, diversidad y vivir en colonias multitudinarias, son las que favorecen el contagio entre los individuos. Luego está el hecho de que sus hábitats están cada vez más cerca de los grandes centros urbanos, en donde otros mamíferos, nosotros, vivimos a su vez hacinados y que además les eliminamos a sus depredadores y plantamos su alimento, y por si fuera poco, los traemos hasta nuestras casas.
El caso de los roedores también es fácilmente entendible. Hay un fenómeno de “ratización” del ambiente, al eliminar a los grandes mamíferos depredadores o competidores y cambiar el uso del suelo, abrimos la oportunidad a las ratas y ratones y otros pequeños roedores para que exploten y aumenten el número de individuos, cuyas pulgas o piojos pueden picarnos y las heces y orina luego vamos a respirar. Hay un caso paradigmático sobre esto, no está en el libro, pero se los cuento. En Madagascar, la peste bubónica es endémica (y es de origen bacteriano, pero puede servir de ejemplo). Se transmite a nosotros por otro vector, la pulga. Cuando el gobierno de ese país decidió eliminar a las ratas (que allí son una pesadilla) les quitó a las pulgas su recurso alimenticio y entonces, las pulgas buscaron otro huésped, los humanos, y así surgió un brote.
Este evento nos ilustra dos cosas, las enfermedades están allí, no van a desaparecer y mucho menos con “soluciones fáciles”. De manera que no sirve de nada eliminar a los murciélagos o a los roedores, ya que sería más desastroso porque cumplen varias funciones en el ambiente. Lo que debemos hacer es dejarlos en paz. Lo mismo podemos decir de la tendencia, a hacerse de animales silvestres como mascotas o alimento. Traemos a nuestra casa a los agentes patogénicos, contra los que no tenemos defensas puesto que no convivíamos, ni habíamos generado una respuesta inmune. Esto pasó con el Sars-CoV2. Pero haga el recuento de cuántos animales llevamos a casa: pericos y otras aves, reptiles, pequeños mamíferos, que no son domesticados ni lo van a ser…
El libro está contado de manera apasionante, entendible por todos, tanto que se le está usando como referencia en diversas escuelas de EUA y Europa para educar a la sociedad, y que esta entienda cuál debería ser una relación sana con el ambiente. No es un libro para explotar el miedo, creo que es una oportunidad para conocer más acerca de la evolución de las pandemias y su relación con el cambio climático, el cambio de uso del suelo y la necesidad urgente de que los gobiernos asuman su responsabilidad con la salud del medio. No basta con atender la salud humana, debemos fundamentalmente cuidar la salud de la naturaleza.
Ya emocionados, les recomiendo otro texto indispensable y que ya comentamos en Cienciario. Se trata de Zona caliente, de Richard Preston (2014, Salamandra), un libro fundamental para entender el origen de varios de los virus más mortales, en particular Marburgo y Ébola. Este libro está contado como un thriller, pero basado en hechos reales. Dos buenas maneras de tener unas vacaciones llenas de aprendizaje y una ventaja para que no rompa el distanciamiento por salud, los libros están también en ePub o libros electrónicos para diversas plataformas de lectura y más baratos…
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