“El acné no se produce por falta de higiene, falta de lavado de la cara, ni por otras actividades adolescentes, sino que realmente es la manera en que nuestro propio sistema inmune responde a una bacteria que le debería ser habitual. Mira qué cosa, nuestro mecanismo de defensa nos juega una mala pasada.”
Horacio Cano Camacho
Tengo un sobrino adolescente que está pasando por un momento terrible. Tiene una “cita” y para su desgracia, temprano en la mañana, mientras se aseaba, descubrió una protuberancia horrorosa en una zona por demás evidente de su cara… Está desconsolado. Para su desgracia no hay salida mágica. Está sufriendo lo que millones de adolescentes y adultos alrededor del mundo sufrimos en algún momento.
Escuchándolo me doy cuenta de que no tengo mucha idea de lo que le pasa, en realidad yo también he sufrido la aparición de espinillas y confieso que más allá de lamentarme y ensayar cualquier cantidad de recetas, no me he detenido a documentarme sobre el problema. Es tan cotidiano que parece una condena inexorable.
Así que manos a la obra. Abro una base de datos de acceso gratuito. En realidad, el mayor repositorio de información científica del mundo en el área de las ciencias de la salud y biológicas (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/), y comienzo por refinar mi búsqueda y leerme algunos resúmenes de las publicaciones, seleccionando algunos para descargar y darles una lectura más cuidadosa. Así me entero de que, en realidad, las espinillas albergan minúsculas infecciones bacterianas, destacando la producida por Cutibacterium acnes, también conocida como Propionibacterium acnes, una bacteria comensal, muy habitual en nuestra piel en donde habita sin causar problemas, hasta que aumenta el alimento: el sebo de la piel, que le proporciona una fuente maravillosa de nutrientes, lo que provoca que se multiplique sin control.
Y la asociación de esta bacteria con las malditas espinillas no es nueva. Los primeros artículos datan del año 1946, a partir del cual el interés ha crecido, sobre todo en los últimos años, en donde el número de artículos científicos publicados supera con creces, por ejemplo, a los de la “viruela del mono”, lo cual muestra que los problemas de salud por espinillas, aunque no pongan en riesgo la vida, son la fuente de una crisis enorme, sobre todo emocional, que debe atenderse.
El asunto es que Cutibacterium acnes es un componente de la microbiota de la piel. Ya hemos explicado en otros artículos de Cienciario, que en nuestro cuerpo van de pasajeros millones de bacterias, hongos, protozoarios, virus, que habitan allí y que juegan papeles muy complejos en la salud. La piel constituye un espacio muy rico en estos organismos, solo detrás del tracto digestivo. La piel es la interfase exterior del cuerpo humano, estableciendo nuestra relación con el ambiente. Es la principal barrera para prevenir la invasión de patógenos y al parecer las bacterias comensales y otras comunidades presentes funcionan manteniendo a raya a los invasores, sosteniendo el equilibrio (la homeostasis) microbiano.
Pero este bioma también pende de un hilo muy delicado. En el caso de las espinillas, el asunto aparenta ser una perdida de este equilibrio. Al parecer C. acnes nos fastidia cuando estimula la transformación de los fibroblastos, células del tejido conjuntivo especializadas en producir colágena y otras proteínas fibrosas que estructuran el tejido -la piel, en este caso- en adipocitos (células que almacenan grasa) que segregan una sustancia antimicrobiana, además de proteínas proinflamatorias desencadenando el temible ciclo puntos negros-puntos blancos-pústulas-nódulos.
El asunto es que la bacteria se reproduce hasta ciertos niveles, muy acotados, y contenidos por limitaciones nutrimentales en la piel, pero un incremento súbito de la grasa disponible provoca que se divida sin control, incrementando, en un circulo vicioso, la producción de grasa, desencadenando la presencia de más alimento, más bacterias y más infección…
El acné no se produce por falta de higiene, falta de lavado de la cara, ni por otras actividades adolescentes, sino que realmente es la manera en que nuestro propio sistema inmune responde a una bacteria que le debería ser habitual. Mira que cosa, nuestro mecanismo de defensa nos juega una mala pasada.
Estos descubrimientos pueden cambiar la manera en que luchamos contra las espinillas y sus complicaciones más horrendas. Desde adolescentes estamos dispuestos a probar cuanto remedio nos ofrezcan, todos inservibles. Pero también los médicos nos pueden atiborrar de cremas, antibióticos y otros mejunjes y casi todos en tratamientos de varios meses. Ahora sabemos que los antibióticos no son una buena alternativa, y menos automedicados, por los efectos a largo plazo que estas sustancias pueden tener sobre el microbioma de la piel, como la selección de bacterias multirresistentes, eliminación de bacterias que mantenían a raya a los malos, el efecto tóxico de los antibióticos per se (resultando en colitis, cambio en la coloración de la piel, disfunciones hepáticas, etc.). Incluso otras cremas, como las que contienen retinoides, si bien impiden la transformación de fibroblastos en adipocitos, pueden conducir a la secreción de sustancias irritantes, complicando el problema.
¿Significa entonces que mi sobrino y los millones de víctimas de la malvada bacteria no tenemos salida? No lo pienso así y a pesar de que yo no soy experto, en mi búsqueda encontré muchos ensayos de nuevas alternativas.
Uno que llamó mi atención es un enfoque basado en restaurar el equilibrio del microbioma de la piel a través del uso de prebióticos. La idea es de que estos puedan ser aplicados para balancear a las comunidades bacterianas. Se están probando algunos fructooligosacáridos de cadena corta (scFOS) y otros polisacáridos complejos con este propósito. Los scFOS están presentes en la cebolla, el ajo, el plátano, la jícama, y muchas plantas más y al parecer cuando se aplican a la piel (en modelos experimentales), favorecen el crecimiento de otra bacteria, Staphylococcus epidermidis, que le compite a Cutibacterium acnes, y la mantiene a raya en apenas 24 horas luego de su aplicación, contribuyendo a la recuperación de la homeostasis de la piel.
También se están ensayando aceites esenciales de geranio y otras plantas, en combinación con glucolipidos producidos por levaduras, por su efecto contra las bacterias del acné, si bien aun es pronto para usarlos como tratamiento, en los modelos experimentales parecen funcionar bien.
La verdad es que estamos aún lejos de tratamientos milagrosos, pero lo que si le puedo decir a mi sobrino es que probablemente su cita también tenga algunas espinillas por allí y no es motivo de vergüenza, es su sistema inmune un poco descarriado y que tal vez, estemos más cerca de un remedio certero, basado en conocimientos científicos… aunque mejor ni le digo, está inconsolable.
El tema a mi me confirmó que una mañana repasando PubMed puede ser divertido y de verdad se aprenden cosas…
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