Autor del concepto de biodiversidad, conocido como “el señor de las hormigas” e impulsor de la teorías de la “Biogeografía de Islas” y de la “Mitad de la Tierra”, Wilson será recordado por un legado que lo llevó a ser considerado “el Darwin de la era moderna”. Primera de dos partes.
Leonor Solís
«La mayoría de los niños pasan por una etapa de fascinación con los bichos; yo no he superado la mía»
E.O. Wilson
El 2021 cerró con dos grandes pérdidas para muchos ecólogos. Dos grandes mentes murieron el 25 y 26 de diciembre respectivamente: Thomas Lovejoy, quien introdujo el término diversidad biológica en la comunidad científica en 1980, presidió el Centro de Biodiversidad del Amazonas, fue el principal asesor en materia de biodiversidad del Banco Mundial y el principal especialista en medio ambiente para América Latina y el Caribe, murió a los 80 años causando un tristeza entre los ecólogos que fue seguida al día siguiente con la muerte de Edward Osborne Wilson, de 92 años de edad.
Hoy hablaré sobre la vida y aportaciones a la ciencia de E.O. Wilson, también conocido como el “hombre hormiga” o el “Darwin de la era moderna”.
Las contribuciones que realizó Wilson al estudio de la biodiversidad y la conservación, conforman un extraordinario legado para todos los ecólogos del mundo que hemos sido fuertemente marcados por sus ideas y sus ideales. Wilson tuvo como motor existencial el intento por descifrar los grandes misterios del mundo natural, lo que lo hizo un visionario de la conservación del planeta. Fue profesor de la Universidad de Harvard por 46 años, publicó más de 400 artículos científicos y escribió cerca de treinta libros. A lo largo de su vida recibió más de 150 reconocimientos internacionales, entre los que destacan dos premios Pulitzer en 1979 y 1991, a dos de sus libros.
Este increíble ser humano no tuvo una vida fácil. Se dice que desde pequeño tenía una fascinación por los animales, especialmente las aves y los mamíferos. Cuando tenía siete años de edad le ocurrieron dos eventos muy fuertes: el primero fue la separación de sus padres; el segundo fue un accidente de pesca ocurrido en Alabama, donde pasó sus primeros años. Estaba pescando y un pez mordió el anzuelo; Wilson tiró con fuerza del sedal, el pez salió volando del agua y una espina de su aleta se clavó en su ojo. La aleta del pez, es sin duda una de las más importantes en los anales de la ciencia contemporánea, ya que fue la responsable de dejar a Wilson ciego del ojo derecho. Además desarrolló una miopía severa en su ojo izquierdo y heredó un problema auditivo que le impedía escuchar los registros más agudos del canto de las aves. Todo ello hizo que su inicial interés por las aves, los reptiles y los mamíferos, se tuviera que transformar por los seres más pequeños, en particular las hormigas.
En 1949 se graduó como biólogo en la Universidad de Alabama, dos años después se suicidó su padre y eso lo hizo moverse de Alabama a Harvard, donde se doctoró, y de allí en adelante comenzó su carrera académica como profesor asistente de 1953 a 1956, años en los que Wilson realizó un trabajo sobre la clasificación y ecología de las hormigas en Nueva Guinea y otras islas del Pacífico, también en los trópicos del continente americano, para finalmente en1956 incorporarse como profesor de esta prestigiosa universidad.
La teoría de biogeografía de islas
En la década de 1960, cuando Wilson tenía treinta años y era un nuevo profesor en Harvard, se asoció con un brillante ecólogo y matemático, Robert MacArthur, de la Universidad de Princeton, para desarrollar lo que hoy conocemos como la “Teoría de Biogeografía de Islas”, que consiste básicamente en una ecuación sobre el número de especies que podía albergar una isla en función de su tamaño.
La Teoría de Biogeografía de Islas se basa inicialmente en el estudio que Wilson realizó en años previos sobre las comunidades de hormigas en las islas del Pacífico, sostenía que existía un equilibrio de especies en las islas, dependiendo del tamaño de la misma. Esto significaba que cada extinción en una isla, creaba oportunidades para la inmigración de otra especie. Sin embargo, con el tiempo, la isla se llena y alcanza el equilibrio. Las islas más grandes no sólo albergan más especies, sino que lo hacen a un ritmo que Robert MacArthur con sus conocimientos matemáticos, pudo calcular como la relación especie-área.
Wilson y MacArthur publicaron su teoría en un libro en 1967, y luego Wilson salió a probarla sobre el terreno. En unas pequeñas islas de manglares de los Cayos de Florida, Wilson y su entonces estudiante Daniel Simberloff, empezaron por estudiar cuidadosamente los insectos artrópodos de cada islote. Posteriormente fumigaron las islas, eliminando a sus insectos. A continuación, esperaron. El proceso fue rápido: En tan sólo un año, todas las pequeñas islas habían recuperado los niveles de biodiversidad anteriores a la fumigación y luego se estabilizaron en una especie de equilibrio biodiverso.
Con estos resultados de la vida real, la ecuación especie-área se convirtió rápidamente no sólo en una base para los ecólogos que trabajaban en islas, sino también para los biólogos y ecólogos de la conservación enfocados activamente a salvar especies en la naturaleza. La Teoría de Biogeografía de Islas demostró que no sólo existe un equilibrio de especies en las islas, sino que si éstas se reducen, inevitablemente se pierden especies.
Ante la crisis ambiental global que ya comenzaba a manifestarse, la teoría de Biogeografía de Islas tuvo otras aplicaciones, debido a que las islas de la Tierra ya no son únicamente las que se encuentran en el océano. El mundo entero, cada vez más, se estaba convirtiendo en «islas» de áreas naturales rodeadas por otras dominadas por el hombre: un parche de selva tropical rodeado de ciudad en la Mata Atlántica de Brasil; un parque nacional de sabana englobado por ranchos y ciudades en Botswana; una pradera de hierba al lado de una autopista en Estados Unidos; una colina de bosque en Malasia rodeada de cultivos de aceite de palma. Nuestro mundo natural ha sido constantemente desmembrado, dividido en islas de hábitat, rodeadas de zonas de uso humano, en las que la mayoría de las especies no podrán sobrevivir a largo plazo. En este contexto, fue como la teoría de Biogeografía de Islas resultó también una enorme aportación para la biología de la conservación que aún se mantiene y que aún en la actualidad siguen muchos investigadores que estudian la fragmentación de los hábitats de todo el planeta.
La sociobiología
Wilson continuó sus investigaciones pero ahora orientadas hacia un nuevo concepto en ciernes conocido como sociobiología. Este nuevo campo intentaba explicar el comportamiento animal, especialmente el comportamiento social complejo, como el de las hormigas, el tema favorito de Wilson, a través de procesos evolutivos.
Experto en hormigas, Wilson es uno de los más influyentes mirmecólogos (rama de la entomología dedicada al estudio de las hormigas), y sus numerosos estudios sirvieron para comprender la compleja organización social de estos insectos. La pasión que este prominente ecólogo tenía por las hormigas lo llevó a descubrir y describir alrededor de 400 nuevas especies, una cifra impresionante.
Durante las décadas de 1950 y 1960 alcanzó hitos indiscutibles como el descubrimiento de la comunicación entre hormigas mediante señales químicas a través de feromonas, teoría que desarrolló en el artículo “Feromonas”, publicado en Scientific American en 1963, en el que incluso apuntaba su posible existencia en el ser humano. Describió además la compleja organización en castas de estos insectos sociales y la existencia de una división del trabajo según la edad de cada individuo de la colonia de hormigas. Sus investigaciones enfatizaron la importancia del estudio del comportamiento, para la comprensión de las relaciones entre los insectos. En “Sociedades de insectos” (1971), ya se atisbaba la teoría que pocos años después le hizo famoso y atrajo a la vez novedad y controversia dentro y fuera del ámbito científico: la sociobiología.
Sus investigaciones sobre las hormigas y su organización en castas contribuyeron a ampliar la comprensión de la biología evolutiva, a la que los estudios de Wilson añadieron un factor hasta entonces obviado: el comportamiento social, que hasta mediados de la década de 1950 era patrimonio casi exclusivo del estudio de las sociedades humanas a través de la sociología y otras disciplinas de las humanidades. En el libro Sociobiología publicado en 1975, entre otras cuestiones, Wilson introdujo la noción de la conducta altruista, y justificó su existencia en numerosas especies (las sociedades de hormigas serían un caso paradigmático), por los beneficios que reporta el sacrificio de un individuo en pro de la colonia cuyo objetivo final es la conservación de los genes que comparten todos los miembros de una comunidad. Wilson propuso que el concepto de sociobiología se podía aplicar a las hormigas, las ratas topo desnudas y los seres humanos, bajo el argumento de que, al menos en cierta medida, nuestra historia evolutiva -incluida en nuestros genes-, de alguna forma es capaz de predecir en cierta medida nuestro comportamiento y nuestro papel en la sociedad. Y esa sociedad -ya sea la de las hormigas o la de los humanos-, está impulsada por la evolución. A través de su trabajo en sociobiología, también desarrolló el concepto de «biofilia», argumentando que los humanos tenían un amor innato -genético- por la vida, por la biodiversidad. Después desarrollaría dos libros con ese concepto, el primero titulado Biofilia, publicado en 1984, y el segundo titulado La Hipótesis de Biofilia, publicado en 1993.
En 1978, Wilson publicó su aclamada obra Sobre la naturaleza humana, con la que ganó su primer Premio Pulitzer. Este libro trata el papel de la biología en la evolución de la cultura humana. En 1990 publicó Las hormigas, coescrito con Bert Hölldobler, con el que ganó su segundo Premio Pulitzer de no ficción general, siendo una de las dos únicas personas de la historia en lograr dos veces este reconocimiento en dicha categoría. Las hormigas es el trabajo definitivo sobre el insecto más abundante de la tierra, y el único trabajo científico profesional que ha ganado un Pulitzer.
Fotografías: Agencia SINC | FBBVA y Pixabay.
|