“Como sucedió con el covid, el tren maya, la guerra de Ucrania y ahora los sismos, todos somos expertos y hacemos afirmaciones con una contundencia que convence a cualquiera. Si nuestra seguridad no es tan buena, siempre podemos recurrir a un amigo, familiar o conocido que curiosamente, está magníficamente situado donde se toman las decisiones y nos anuncia la catástrofe.”
Horacio Cano Camacho
Estoy en la fila de una oficina pública. Nos citaron a las 9:00 y me voy enterando que las “fichas” las repartieron antes de las ocho… pero me indican que me quede por si hay oportunidad. Mientras esperamos tal “oportunidad” con otros como yo, que les creímos, en la fila se entabla una conversación muy interesante.
Una señora pregunta si sentimos el temblor de la madrugada, algunos(as) responden que no, pero que se enteraron a primera hora por las noticias. Una persona más nos asegura que se espera un temblor más grande para hoy a las tres de la mañana (noten que “predice” magnitud y hora); un señor de la fila nos dice que “los científicos” ya anunciaron que se activó el cinturón de fuego y habrá muchos temblores en las próximas 36 horas, alguien más asegura que la falla de San Andrés…
Yo escucho y definitivamente, les voy a platicar a mis estudiantes estas historias que me dan pie a tratar el tema de la “argumentación” y hacer un ejercicio al respecto.
Como sucedió con el covid, el tren maya, la guerra de Ucrania y ahora los sismos, todos somos expertos y hacemos afirmaciones con una contundencia que convence a cualquiera. Si nuestra seguridad no es tan buena, siempre podemos recurrir a un amigo, familiar o conocido que curiosamente, está magníficamente situado donde se toman las decisiones y nos anuncia la catástrofe.
Podemos hacer un ejercicio de calcular el número de veces que tales predicciones no se cumplieron, ni remotamente, pero al parecer ese análisis no pasa por nuestras cabezas. Mi abuela, que era de la iglesia pentecostal, nos anunciaba cada inicio de año el fin del mundo. Con mucha tranquilidad nos decía, “el Hermano tal, anunció que este año se llegará al fin del mundo, así que estamos viviendo los últimos días…”. El primero de enero siguiente, invariablemente le recordábamos que seguíamos vivitos y coleando, pero ella no se inmutaba, días después nos anunciaba una rectificación del cálculo del Hermano y con una gran contundencia nos anunciaba que “este año sí llegará el fin del mundo…”
Luego del sismo del 19 de septiembre, se desataron las especulaciones, hasta personas aparentemente racionales se sumaron a las mismas: que si probabilidades mínimas, vaticinios de catástrofes mayúsculas, sismos inducidos por mentes perversas y un enorme etcétera. Con mis estudiantes fuimos a mirar la información disponible de sismos en México (http://www.ssn.unam.mx/jsp/) en los últimos cien años. Resulta que si hay algo seguro en este país es que va a temblar…
México se encuentra distribuido en el contexto de cinco placas tectónicas: Caribe, Pacífico, Norteamérica, Rivera y Cocos. Estas dos últimas se están sumergiendo en la placa de Norteamérica y la de Cocos, que lo hace en Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, al sur de este último, también se subduce en la placa del Caribe. Así que tenemos todas las condiciones para que “tiemble”.
De hecho, una revisión a los registros de sismos nos dice que estos ocurren todos los días, todos los años, la mayoría con magnitudes muy bajas que ni sentimos, pero ocasionalmente se presentan unos muy fuertes, mayores de 8, como en 1985. En 2020 hay registrados un total de 30,130 sismos, la mayoría (26,756) de magnitud menor a 4.0, es decir, no los percibimos, pero en 1917 y 1918 hay registrados 9 mayores a 6.0, y uno mayor a 8.
Así que todo hace suponer que habrá sismos un 19 de septiembre o cualquier otro día del año, ¿de que magnitud? Los sismólogos no lo saben, en particular porque los registros datan de 1906 y la paleosismología apenas tiene registros aislados de hace 250 años. Este año han ocurrido nueve sismos de magnitud mayor de 5.5, considerados grandes a los largo de la zona de subducción más activa, de Jalisco a Chiapas.
¿Por qué estoy hablando de todo esto? Es muy importante que entendamos el valor del pensamiento crítico y la argumentación racional como práctica discursiva. El pensamiento crítico nos puede salvar de creer en noticias falsas o caer en engaños, compartirlos con los demás haciendo un gran daño. También libra a los demás de nuestras chapuzas que, aunque no sea intencional, podemos repetir por comodidad o por querer tener la razón a toda costa. El pensamiento crítico acepta y requiere caer en el error, es casi como un paso obligado, después de todo el valor de este estará en la luz que arroja, es decir, en la verdad.
La argumentación científica es una práctica y un recurso indispensable no solamente para la ciencia, también para los ciudadanos. Se define como el intento de validar o rechazar una preposición sobre la base de la razón de manera que refleje los hechos. En este contexto, una «preposición» no es solo una opinión personal o una idea de algunos… Es una conjetura o hipótesis que se ofrece como una explicación sustentada en evidencias.
Como ciudadanos, deberíamos lograr una comprensión adecuada y una experiencia suficiente en temas de ciencia. Se requiere que manejemos explicaciones científicas acerca del mundo natural para ser capaces de usar ese conocimiento en la resolución de problemas y ser capaces de entender las nuevas explicaciones cuando estas se presenten.
Debemos ser capaces de evaluar y generar explicaciones a los problemas mediante el uso de argumentos científicos. Cualquier ciudadano necesita comprender la naturaleza del conocimiento científico. Las personas que dominan la «argumentación científica» como habilidad pueden ser más capaces de comprender el lenguaje de la ciencia y participar en la practica científica en su formación profesional y en su vida cotidiana.
Pero el pensamiento crítico y la practica de la la argumentación también nos protegen de la charlatanería y la pseudociencia y nos preparan para enfrentar de mejor manera las condiciones del mundo en que vivimos. En este asunto de los sismos, por ejemplo, nos permitirían entender que México es un país altamente sísmico, que se presentan sismos pequeños todos los días, y al menos registramos uno de magnitud moderada al año. Que los sismos de mayor tamaño han causado daños importantes en muchos puntos del país. Así que es importante estar preparado. Esto implica desde la preparación personal con planes familiares, hasta la vigilancia de que se sigan las normas de construcción y se observen los lineamientos de ordenamiento urbano. Esto garantizará que en caso de que se presente un sismo encontrará una sociedad preparada.
Esa es la parte que nos toca, no jugar al sismólogo o al adivino…
Imagen: Tumisu | Pixabay
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