Más allá de las expectativas en el terreno del desarrollo económico, el beneplácito en el país por la llegada de Tesla genera varias interrogantes sobre los costos que implica

 

Leonor Solís

A lo largo de la semana anterior, con gran beneplácito medios de comunicación nacionales e internacionales anunciaron la noticia sobre la gigafábrica de Tesla en México. Elon Musk, jefe del consorcio este pasado miércoles, ante inversionistas dio a conocer el modelo de la futura nueva planta, cerca de Monterrey, en el municipio de Santa Catarina, Nuevo León. Dicha planta será la mayor fabricante de autos eléctricos en América Latina. Contará con una inversión de 5 mil millones de dólares y se considera que podrá generar hasta 6 mil puestos de trabajo.  

El aterrizaje de Tesla en México, se suma al plan de BMW de invertir 860 millones de dólares en la fabricación de vehículos eléctricos en su planta de San Luis de Potosí y a las ocho fábricas de vehículos eléctricos que ya están funcionando en el país, entre las que figuran gigantes de la industria automotriz mundial como General Motors o Ford.

Tras la pandemia y los problemas que ha conllevado desde entonces el tráfico de contenedores a nivel global, México se vuelve nuevamente un punto de interés para los Estados Unidos, el segundo consumidor de industria automotriz en el mundo y coloca a nuestro país en un punto estratégico por su cercanía geográfica, de manera que los autos hechos en nuestro país, en pocas horas tienen la posibilidad de cruzar la frontera y llegar a su destino final.

Esto se suma a las ventajas económicas que da el tratado de libre comercio entre los tres países de Norte América, donde los autos producidos en México, no pagan el arancel de 25 por ciento que requieren pagar los automóviles producidos en otros países.

Sin embargo, todas estas “buenas noticias” bajo la perspectiva económica y de generación de empleos, tienen pormenores socioambientales que habrá que considerar para tener una fotografía panorámica de la situación. El tema de Tesla tiene muchas aristas, que requieren analizarse.

En los últimos años, han tratado de convencernos de que los autos eléctricos son la solución a la contaminación causada por los vehículos que consumen combustibles fósiles (gasolina principalmente), gracias a que sus baterías se cargan usando electricidad proveniente de fuentes renovables de energía. Se calcula que antes de que termine la década al menos 145 millones de autos eléctricos circularán por las carreteras de todo el mundo impulsados por igual número de baterías, provocando una serie de problemas ambientales:

Contaminación de tierra, aguas superficiales y subterráneas

El doctor Heberto Ferreira del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas de la UNAM, en una entrevista realizada por Gaceta UNAM, explicó: “Es muy atractiva la idea de que un vehículo eléctrico no contamina con gases de efecto invernadero, porque ya no consume combustibles fósiles. Sin embargo, si no contamos con los procesos para reciclar sus baterías al final de su vida útil, tendremos un problema muy grave de contaminación de la tierra y de aguas superficiales y subterráneas. Por ello, es importante contar con lugares adonde llevar a reciclar las baterías para que no se pierda el concepto inicial de que un vehículo eléctrico no contamina”.

La batería de un automóvil eléctrico, de los que se distribuyen en México, tiene una vida útil de entre cuatro y cinco años –explica–, tiempo después del cual deben ser sustituidas porque pierden o ven disminuida su capacidad de carga y potencia.

La energía eléctrica

Todo este proyecto de autos eléctricos se plantea como parte de un discurso ambiental, tanto para los gobiernos de Estados Unidos y de México, quienes “optan por las energías limpias” al producir automóviles eléctricos y no automóviles que utilicen combustibles fósiles como fuente de energía.

La cuestión consiste en que para la fabricación de autos eléctricos se requieren grandes cantidades de electricidad, un recurso que no se tiene garantizado en nuestro país, ya que no contamos con la suficiente producción de energía eléctrica que requieren las empresas automovilísticas.

El agua

 El año pasado la sociedad regiomontana salió a las calles ante el desabasto de agua, para el consumo doméstico. Ante la crisis hídrica habrá que analizar el manejo del agua que requiere la empresa para la fabricación de autos eléctricos.

La contradicción se encuentra en que la planta que se ubicará en la zona metropolitana de Monterrey, la segunda más poblada del país, se instalará aunque el presidente Andrés Manuel López Obrador había advertido la semana pasada que no daría los permisos por la sequía que afronta la zona.

Esta es una de las razones por las que algunos ambientalistas rechazan la instalación de la planta en el Estado de Nuevo León, por las afectaciones que puede traer no sólo a la población local, sino para todo el ecosistema circundante.

Tesla ya ha tenido antecedentes de un mal manejo de este recurso. Por ejemplo, en la gigafábrica ubicada en Alemania, se detuvieron las operaciones durante un año y medio, debido a que no se contaba con la autorización correspondiente para extraer grandes volúmenes de agua del subsuelo. Dado que la industria requiere forzosamente de agua dulce y limpia para sus procesos, sorprende que se instalará en un estado de la república que ya tiene una situación compleja con respecto al recurso hídrico.

Es importante que recordemos la situación del año pasado, en la que la población de Nuevo León sufrió por la escazes de agua durante varios meses.

¿El litio?

El canciller Marcelo Ebrard, a mediados de febrero mencionó que el gobierno está pensando en un “ecosistema” industrial, donde diversos estados surtirán servicios logísticos y productos mexicanos a los inversores extranjeros de la industria automotriz.

Aquí podemos pensar en el Plan Sonora que incluye la planta solar de Puerto Peñasco, la extracción de litio, para la producción de baterías para automóviles eléctricos.

De manera que el norte del país se perfila para una nueva producción de energía solar y la fabricación de autopartes y la extracción de litio como parte de una estrategia que perfila al país con la extracción del recurso y si se desarrolla la tecnología, la posible construcción de baterías, que sería en escenario más favorable, el más realista quizá es que las miles de hectáreas ya concesionadas a empresas chinas, trasladen el recurso mexicano para la construcción de baterías en el extranjero.

Si bien, todas estas iniciativas de producción de energía solar, extracción de litio y la planta de Tesla, forman parte de una estrategia de “energías limpias”, habrá que preguntarnos ¿energías limpias para quienes? ¿a costa de quiénes? Es importante que tengamos y construyamos elementos que nos permitan conocer la totalidad de los impactos socioambientales de todos estos proyectos a nivel nacional.


Fotografía: Andrew Roberts | Unsplash


Mi pasión personal y profesional es la comunicación ambiental, en específico la comunicación audiovisual ambiental. Trabajo realizando esa labor en el Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la UNAM. Soy miembro de la mesa directiva de la Asociación Internacional de Comunicación Ambiental y miembro fundador de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia. Me gustan muchas cosas muy disímiles, pero más me gusta la idea de compartir, compartir curiosidad, aficiones, gustos. Compartir y construir juntos. Por eso me dedico a compartir lo que me encanta y me parece importante. Encontrar otros que comparten lo mismo, hacen y no se dan por vencidos, es el regalo.  Espero nos encontremos en este camino.