“Estos números crudos dan cuenta de que la ciencia se ha volcado al estudio de la pandemia y estas cifras superan cualquier otra enfermedad en la historia, si atendemos que se han publicado en tan solo un año y un mes. Es una cantidad impresionante de información sobre un maldito bicho de unos cuantos nanómetros. La ciencia está haciendo su parte, sin duda alguna.”

 

Horacio Cano Camacho

Me había “jurado” hace algunas semanas no hablar, al menos por un tiempo, del Covid y el Sars-CoV2 en esta columna. Me pensaba dedicar a esperar pacientemente que vacunen al personal médico y a los adultos mayores y eventualmente me toque a mi. Estoy, como todo el mundo, cansado, abrumado, enfadado de solo mirar por la ventana por un año entero ya, o leer o escuchar a los comerciantes del miedo y tengo ganas de pensar en otra cosa. De manera que la semana pasada hable del café y ahora pretendía hablar de un asunto espinoso, pero muy interesante que acabo de leer sobre la percepción espacial en el cerebro de hombres y mujeres o hablar de cuanto me fascinan los dátiles y porqué si los puedo comer (uno de vez en vez), a pesar de mi diabetes…

Pero soy curioso, no lo puedo evitar y me dispuse hace rato a conocer cuántos artículos se han publicado sobre la pandemia. Pura curiosidad, no es otra cosa. De manera que recurrí a un “repositorio” (palabreja que detesto porque me recuerda los supositorios). Es decir, recurrí a una base de datos especializada que genera un índice y un vínculo con las revistas científicas y, entonces, una supercomputadora busca y hace cálculos de cuántas publicaciones hay sobre determinadas palabras y criterios de búsqueda que le pedimos, y nos lo muestra en segundos o menos. Es una herramienta que los investigadores usamos todos los días y yo, cuando voy a escribir un artículo de divulgación también la uso para darle sustento a lo que digo; bajo los artículos que estimo más representativos del tema y los leo críticamente…

Y esto fue lo que encontré en PubMed (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov), una base de datos pública: si pongo Sars-Cov2, el agente causal de covid, resulta que en 2020 (antes no hay nada porque no existía, que nosotros supiéramos), se han publicado 57 mil 809 artículos y en lo que va de 2021 ya hay 16 mil 374, es decir 74 mil 183 artículos científicos desde que se identificó la enfermedad y es previsible que el número crezca e incluso supere al 2020. Si busco con el nombre de la enfermedad, es decir Covid 19 me encuentro 112 mil 485 resultados en el mismo periodo. Es lógico, hay más trabajos sobre diversos aspectos de la enfermedad. Sobre la vacuna o vacunas hay 4 mil 422. Por cierto, una proporción muy grande de esas publicaciones las podemos bajar libremente (sin costo) y leerlas y usarlas para documentar nuestras opiniones, aunque dudo que nuestra opinocracia lo haga.

Estos números crudos dan cuenta de que la ciencia se ha volcado al estudio de la pandemia y estas cifras superan cualquier otra enfermedad en la historia, si atendemos que se han publicado en tan solo un año y un mes. Es una cantidad impresionante de información sobre un maldito bicho de unos cuantos nanómetros. La ciencia está haciendo su parte, sin duda alguna.

Por pura maldad busqué cuántos artículos hay sobre dióxido de cloro (ClO2) y salieron mil 400 desde 1933 a la fecha (es decir, un periodo de 88 años), la basta mayoría trata sobre su toxicidad y solo 10 sobre su relación con la covid, y todos para probar la hipótesis de su eficacia y los diez la descartan con evidencias científicas, uno solo de éstos lo recomienda a bajas concentraciones para desinfectar habitaciones y quién lo publica declara su conflicto de intereses, puesto que es un grupo de investigadores asociados a una empresa que vende el gas y aparatos para asperjarlo… Así que usted decide a quién le cree, a la investigación científica o a su comadre.

Ya entrado en materia, me pregunté cómo se comporta la publicación con enfermedades más localizadas, es decir, propias de ciertas regiones o grupos de países, sobre todo aquellas que atacan a los pobres del mundo y están ausentes o prácticamente ausentes de los países más desarrollados y con más capacidad científica. Por ejemplo, el Ébola, pandemia que afecta a varios países africanos. El virus del Ébola se descubrió en 1977, más o menos seis años antes del VIH (causante del SIDA). Hay 7 mil 141 artículos, sobre el virus Ébola, la mayoría publicados después de 2014 en que occidente se dio cuenta que les podía llegar a ellos (casos reportados en Europa y EUA, pero de personas que venían de la zona afectada), antes de este año, las publicaciones son miserables, no más de 112 en su mejor año. Mientras que sobre el SIDA hay 152 mil 417 en un periodo más corto. Apenas tres años después de descubierta la pandemia, ya habian superado los artículos publicados en toda la historia del Ébola.

Podriamos pensar que la diferencia entre el interés de investigación y las publicaciones están relacionados con la extensión e importancia de la enfermedad. El Sars CoV 1 que afectó basicamente a China y varios paises de Asia principalmente, pero se presentaron casos en los cinco continentes, hasta hoy tiene solamente 16 mil 879 publicaciones científicas y en la fase más dura (2002-03) alcanzaron sólo 106. Pero veamos el caso de la  malaria, la enfermedad que más personas mata en el mundo, básicamente en los países pobres (incluyendo el nuestro donde le decimos paludismo). En 2019 infectó a más de 258 millones de personas con cerca de medio millon de muertes por año. Se descubrió en 1828 y a la fecha se han publicado 99 mil 862 artículos científicos, la mayoría a partir del año 2000 en que se advirtió que el cambio climático llevaría esta enfermedad al “primer mundo”. Muchos de los artículos publicados tienen que ver con el ejército norteamericano, pues no desean que sus soldados se enfermen al invadir a los países pobres.

Bueno, pensemos en la amebiasis, una enfermedad endémica de los países pobres y que en México hace estragos. Se descubrió en 1906 y al día de hoy se ha publicado la friolera de… 14 mil 427 artículos científicos (el sarcasmo es mio). En 2020 se publicaron sobre este tema 214 artículos y la mayoría por grupos de Asia que la sufren.

No quiero que me malinterpreten, con este simple ejercicio quiero invitarlos a meditar. No me parece en absoluto mal la atención de la ciencia sobre esta pandemia, al contrario, que bueno que así sea y mucho menos podría parecerme mal que se estudie el SIDA en todas sus vertientes, incluyendo vacunas y medicamentos. De nueva cuenta, lo celebro y ojalá se incrementaran los esfuerzos en este sentido. Lo que me resulta preocupante son las pandemias silenciosas, esas de las que nadie habla porque afectan a los más pobres. Esas que convocan poca atención de las grandes potencias científicas del mundo.

Y aquí quiero terminar extrayendo una conclusión; la investigación sobre las enfermedades que nos aquejan, como de otros temas como la energía, el cambio climático, la salud, entre otros, debe verse en nuestro país como un asunto estratégico y de seguridad nacional. Depender de lo que otros hagan o les interese hacer, es poner nuestro futuro en sus manos, que no siempre coinciden con nuestros intereses, como lo podemos ver. Nosotros deberiamos tener un grupo de virológos, inmunólogos, vacunólogos, ecológos, matemáticos y muchos otros científicos atendiendo las enfermedades prioritarias para México, darles todo lo que requieren para que estudien y nos doten de las vacunas y medicamentos requeridos para no sufrir los males de la geopolítica que en estos momentos es lo que retrasa la vacunación y puede poner en riesgo la salud, la vida y la seguridad del mundo entero. Y por supuesto que en México, en las universidades públicas, hay gente de lo más capaz. En ello pienso mientras veo números y listas…


Originario de un pueblo del Bajío michoacano, toda mi formación profesional, desde la primaria hasta el doctorado la he realizado gracias a la educación pública. No hice kínder, por que en mi pueblo no existía. Ahora soy Profesor-Investigador de la Universidad Michoacana desde hace mucho, en el área de biotecnología y biología molecular… Además de esa labor, por la que me pagan, me interesa mucho la divulgación de la ciencia o como algunos le dicen, la comunicación pública de la ciencia. Soy el jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia en la misma universidad y editor de la revista Saber Más y dedico buena parte de mi tiempo a ese esfuerzo.