“El asunto es que estos malditos virus no son los únicos habitantes de nuestras manos. La piel es nuestra primera línea de defensa contra los patógenos, pero al mismo tiempo porta una gran cantidad de microorganismos que se comportan como comensales.”
Horacio Cano Camacho
Estoy contemplando mis manos. Están “limpias”, no hay duda, después de lavados y lavados exhaustivos, contando hasta 30 o repitiendo el estribillo de una canción que dura aproximadamente eso. Tenemos más de un año con esa rutina y ya parecen pergamino egipcio.
Por fortuna el Sars-CoV2 es muy lábil, por su capa externa lipídica y el jabón lo destruye con facilidad. Al deshacer esa membrana externa, exponemos al ARN que es atacado por el ambiente y las propias RNAsas de la piel que terminan por destruirlo si quedaran rastros. Así que hay que lavarse frecuentemente.
El asunto es que estos malditos virus no son los únicos habitantes de nuestras manos. La piel es nuestra primera línea de defensa contra los patógenos, pero al mismo tiempo porta una gran cantidad de microorganismos que se comportan como comensales. En realidad, toda la piel es un ecosistema muy complejo de microorganismos. Esta microbiota es muy abundante. Es difícil estimar cuantos bichos nos habitan, pero podemos decir que son millones y millones. Y claro, no están únicamente los malos, de hecho, este sistema nos protege en gran medida de ellos.
Entonces, ¿no estamos haciendo mal en ese lavado frecuente y casi obsesivo de manos? Sabemos que después de lavarnos, aproximadamente a las dos horas ya se reconstruyó el microbioma que allí habita. Y no solo regresaron bichos al azar. Los microbios de la piel son extraordinariamente estables. No sabemos porqué mecanismos retornan, tal vez por tocar otras partes de la piel y algunos objetos, pero regresan aproximadamente los mismos siempre.
Esto lo sabemos a través de estudios de metagenómica. No necesitamos cultivar a los bichos, incluso algunos no se pueden sembrar en cajas. Podemos obtener secuencias de ADN de un organismo y analizarlas y esto sería un estudio genómico, pero también podemos hacerlo al mismo tiempo, de muchas poblaciones, hablamos entonces de un trabajo metagenómico. A través de este enfoque sabemos que nuestra piel es habitada por comunidades de bacterias, hongos, y de virus… Sí, en nuestras manos y resto de la piel también hay virus.
El enfoque, además de mostrar la gran estabilidad de estas comunidades, también ha demostrado que son muy fieles al individuo. Cada uno de nosotros parece portar un microbioma personalizado. Podemos hacernos un estudio metagenómico y luego lavarnos exhaustivamente. Después de algunas horas lo repetimos y con sorpresa vemos que se formaron aproximadamente las mismas asociaciones, como si de una huella personal se tratara.
¿Los individuos de estas comunidades se mantuvieron a pesar del jabón y tallado o realmente se readquirieron? No está muy claro el asunto, hay investigaciones que apuntan a lo primero. Los pies parecen tener una mayor variabilidad y esto puede deberse a cuestiones de higiene y su “aislamiento” ambiental con calcetines y zapatos… mientras que la piel de los oídos parece tener las comunidades más estables. Factores como la humedad, el pH de la piel, el aislamiento de la zona de piel, la grasa secretada o la resequedad y la protección del cabello y desde luego, tocar a otros, parecen influir fuertemente en nuestros pasajeros.
Estas comunidades juegan papeles muy interesantes en el metabolismo de lípidos, la “enseñanza” para la respuesta del sistema inmune y sobre todo la resistencia a la colonización de organismos transitorios (como ahora el Sars) y la comunicación con otras personas, una comunicación muy peculiar, debo decir, implicada en el reconocimiento y la atracción.
Hay estudios que muestran que la alteración de estas comunidades microbianas de la piel, puede conducir a exacerbar algunas enfermedades o facilitar la entrada de organismos oportunistas (el caso de las vías urinarias o infecciones con Candida albicans y Escherichia coli). No conocemos bien los mecanismos, pero sabemos que hay intercambio de señales químicas entre los microrganismos de nuestra piel y estas interacciones, incluso físicas entre bacterias y hongos, cuando se rompen, pueden conducir a desbalances en la ecología de la piel con el consecuente efecto sobre la salud.
El asunto es que hay que seguir aplicando las medidas de higiene en esta fase de la pandemia (y siempre), y lavarse las manos con frecuencia cuando tocamos objetos o superficies sobre las que no tenemos control es una de ellas, pero no exagere, agua y jabón o en su defecto alcohol en gel son suficientes. No use otras sustancias que puedan afectar a su microbiota. Es importante que cambiemos la concepción de nosotros mismos: somos metaorganismos, por fuera… y por dentro.
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