“Se trata de ChatGPT, que como su nombre lo indica, es un chat, una comunicación en tiempo real, entre dos o más usuarios, pero que en este caso no se ´conversa´ con un humano, sino con una computadora o redes de computadoras y se hace en lenguaje coloquial. Utilizando protocolos de la tecnología conocida como inteligencia artificial (IA), puede responder a casi todo tipo de preguntas, desde ciencia, arte, literatura, películas, resúmenes de libros, casi todo lo que se le pueda preguntar.”
Horacio Cano Camacho
A menudo escucho hablar sobre el impacto de tal o cual tecnología sobre nuestras costumbres y prácticas: La visión en general es negativa, ya que pensamos que el arribo de una nueva tecnología tenderá ineludiblemente a derribar o destruir lo que conocemos, incluso a destruirnos. Difícilmente lo vemos en términos positivos como expandir, hacer eficiente, mejorar… Dedicamos más tiempo a pensar es sus consecuencias negativas, a la “probable” catástrofe que nos espera, más que a las posibilidades reales de esta tecnología.
A medida que la imprenta, el telégrafo, la máquina de escribir, el teléfono, la radio, la televisión, la computadora o ahora la internet iban prosperando, cada uno en su debido momento, la gente expresó (y sigue expresando), temores y desconfianza sobre un posible y terrorífico “exceso”… Y qué decir de la biotecnología, las vacunas y un largo etcétera.
Aún hoy, muchas personas, intelectuales incluidos, considera que las redes son culpables del “atontamiento” de la sociedad, incluso de la aparición de conductas delincuenciales… como si nosotros, los usuarios, fuésemos unas simples marionetas manipuladas por la tecnología y no los responsables y manejadores de estas tecnologías: “la pistola apuntó y disparó, yo solo la sostenía…”
Cuando yo estudiaba la preparatoria, un primo nos trajo una calculadora “científica” de las EUA, cuando estas iniciaban su despliegue por el mundo. Era maravillosa, aunque ahora se vería como un instrumento muy obsoleto. Muchos profesores me negaron la posibilidad de usarla, bajo el argumento que su uso nos “atontaría” y me obligaron a usar unos simpáticos cuadernillos de tablas matemáticas para calcular un seno o un coseno y los más avezados, incluso, me exigieron el aprendizaje de la regla de cálculo, dos objetos que se extinguieron más rápido que sus defensores. De manera que durante mi estancia en la preparatoria combiné el uso de la calculadora en casa y las tablas en la escuela y quiero suponer que no se cumplieron las previsiones catastrofistas de mis profesores tan conservadores…
Esto está sucediendo con una de las tecnologías más innovadoras presentadas en las últimas semanas. Se trata de ChatGPT, que como su nombre lo indica, es un chat, una comunicación en tiempo real, entre dos o más usuarios, pero que en este caso no se “conversa” con un humano, sino con una computadora o redes de computadoras y se hace en lenguaje coloquial. Utilizando protocolos de la tecnología conocida como inteligencia artificial (IA), puede responder a casi todo tipo de preguntas, desde ciencia, arte, literatura, películas, resúmenes de libros, casi todo lo que se le pueda preguntar. El chat consulta y compara a gran velocidad, miles y miles de bases de datos, artículos, noticias, reseñas y articula la respuesta que más se ajuste a lo esperado por el humano del otro lado del chat. Todavía lo hace de manera un poco errática, pero seguro irá mejorando.
Como toda tecnología o casi toda, tiene una gran dualidad: pensemos en un martillo o una sierra. Bien empleadas, le permiten a un carpintero elaborar un mueble precioso y útil y a los demás, realizar tareas sencillas, que de otro modo serían muy complicadas. Sin embargo, blandiéndolas como armas, se puede hacer mucho daño. ChatGPT permite consultar rápidamente información, resolver dudas, conocer autores, planificar tareas, ayudarnos a una pregunta de distancia y desde el móvil o la computadora. Pero no sustituye al aprendizaje o al verdadero aprendizaje. En todo caso, lo puede facilitar.
Pero al igual que en el ejemplo del carpintero, también le podemos dar usos malintencionados. Suplantar nuestro trabajo e incrementar el fraude escolar, por ejemplo. Hay una preocupación muy profunda por este tipo de mal uso. Sin embargo, hay que decir que el “corta y pega” no es nuevo, ni es extraño, pregunten a cualquier docente. En todo caso, hay que diseñar nuestra práctica educativa bajo la nueva realidad y buscar formas de sacar provecho de su alta capacidad de búsqueda de información y profundizar en la enseñanza de la gestión de información y las técnicas de argumentación y, por supuesto, los aspectos éticos y sociales implicados en el uso de cualquier tecnología.
Ya hay investigadores trabajando en la creación de “marcas de agua” que permitan identificar un texto realizado con ChatGPT, limitación de las preguntas realizadas, áreas y temas restringidos, etc. Y es fundamental la reflexión de sus pros y contras en todos los aspectos, sociales, económicos, laborales, educativos, entre otros.
Donde más ha calado el temor es en una característica de esta tecnología, su capacidad de “aprender”. A partir de nuestras preguntas, el software va limitando las respuestas al interés que se puede deducir de nuestras oraciones y cuestionamientos. Esto hace que cada búsqueda se refine más. Pero, también podemos provocar un “sesgo de entrenamiento”, un ir conduciendo las respuestas a donde nos interesa. Una especie de el Dr. Jekyll y Mr. Hyde. En el primer caso, los usuarios describen un asistente para búsquedas muy poderoso y fácil de usar, incluso amable, pero cuando se le lleva a generar opiniones sobre temas más personales o controvertidos, el chat responde de manera inquietante. Algunos lo describen como un adolescente rencoroso y vengativo… pero, recordemos, es el sesgo de entrenamiento que le vamos dando. Hay usuarios que se dedican a forzar las respuestas y a través de dirigir las preguntas, el programa va respondiendo a través de los que se espera. ¿Aprendizaje, conciencia de sí mismo? No lo creo.
En realidad hace falta más análisis de los límites del programa y qué debe y no hacer, para ello necesitamos abrir una discusión amplia e informada. Es una herramienta muy potente, que bien usada, puede mejorar muchos aspectos de la vida cotidiana, sobre todo en los referidos a la información y planificación, pero con malas intenciones, convertirse, como el martillo y la sierra, en un verdadero dolor de cabeza…
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