“Negar la existencia de un mal, un hecho, un suceso, ejerce una gran fascinación en muchas personas, pero también forma parte de campañas orquestadas con propósitos políticos y los defensores de la ´libertad´ terminan siendo manipulados por otros que sí se toman muy en serio la difusión de bulos con fines muy oscuros y lejanos del interés por el bienestar de sus seguidores”.
Horacio Cano Camacho
En una reunión de chicos universitarios con Saber Más, la revista de divulgación de la que soy editor, algunos estudiantes me sugerían que hiciéramos una sección para desmentir bulos, esas cadenas de mentiras, teorías del complot o tópicos irracionales, que pululan, con particular virulencia, en estos días de lo más álgido de la pandemia y los rebrotes muy intensos en varios países. Esa sección la pondríamos a circular en redes sociales como una forma de combatir tanta mentira. Aunque no niego la importancia de tal acción, sobre todo ante mentiras muy peligrosas, yo le respondí que lo hemos pensado, pero que es tal la cantidad y la frecuencia que sería inútil tratar de desmentir algo, ya que hay miles más para sustituirlo.
Un día aclaramos que el ajo no cura el covid-19 y al rato debemos aclarar que el dióxido de cloro no solo no sirve, sino que resulta muy peligroso. Aun no terminamos de explicar eso y ya apareció otra noticia más para desmentir y así, hasta el infinito. De manera que yo pienso que es mejor tratar de colaborar y aportar con el surgimiento y consolidación de una cultura científica mínima en la sociedad para que esta se defienda sola de esta otra pandemia de mentiras…
Una visita a mis redes y una lectura de lo que publican los amigos de mis amigos virtuales me dice que la idea generalizada en el campo de la ciencia, de que la sociedad puede cambiar de opinión por la fuerza de los hechos, no es del todo correcta.
Por darles un ejemplo, existe evidencia muy fuerte que ya ha sido contrastada y avalada por múltiples estudios serios sobre el papel de los aerosoles en la transmisión del SARS-CoV-2 y por lo tanto, sabemos que es indispensable el uso de mascarillas en el espacio público para disminuir la posibilidad de contagios. Sin embargo, una vuelta por los alrededores de mi colonia me muestra que muchos no han captado el mensaje… ¿será por falta de información? En Europa y EUA han ocurrido manifestaciones multitudinarias para oponerse al uso de mascarillas y otras medidas sanitarias.
Ayer mirando mis redes me encuentro con una persona, universitaria para más datos, que comparte y luego hace suyo un mensaje que nos dice que no usar mascarilla es un sinónimo de libertad e inteligencia. Por el contrario, usar mascarilla te convierte en un “manipulado”, conformista y desde luego, poco inteligente. Y la perla viene después, cuando algunos de sus contactos le reclaman por esa acción y esta persona se defiende simplemente diciendo que está ejerciendo su libertad de expresión.
Espero que la acción de quien dice ejercer su “libertad” no tenga consecuencias, como sí las tuvo la siguiente nota. Hace un momento, leyendo la prensa me entero de la muerte, por covid-19, de un bloguero muy famoso en Europa, que se había dedicado últimamente a negar la existencia de tal enfermedad… en su descargo, parece ser que tal personaje días antes de morir, se arrepintió de su negativa y llamó a tomar en serio la amenaza real de este virus. Demasiado tarde para él, para su familia y desde luego, para sus millones de seguidores entre los que actuaba como una verdadera autoridad. El daño ya está hecho.
Negar la existencia de un mal, un hecho, un suceso, ejerce una gran fascinación en muchas personas, pero también forma parte de campañas orquestadas con propósitos políticos y los defensores de la “libertad” terminan siendo manipulados por otros que sí se toman muy en serio la difusión de bulos con fines muy oscuros y lejanos del interés por el bienestar de sus seguidores.
Son noticias bien pensadas y dirigidas por sus autores verdaderos: atractivas, llenas de intriga, capaces a revalorar el prestigio y el poder de quien las comparte, entre otras características. Al parecer tienen mucho impacto porque nos dan “salidas” a las crisis. Negar nos reconforta, nos hace sentir poderosos, o depositarios de una verdad que nadie más maneja y eso, al parecer, le vienen bien a los difusores y sus ingenuos peones porque esas “verdades” terminan sustituyendo la realidad.
El propósito de los bulos, en general es negar, sin evidencia alguna, el discurso aceptado sobre algún tema. Sobre todo a los sectores de la ultraderecha política, les conviene socavar la credibilidad de la autoridad en turno, generar desconfianza en el discurso oficial y potenciar una cadena de credibilidad en “líderes carismáticos” que aprovecharán “oportunamente” el camino abierto.
Los convencidos de tales falsedades terminan por sentirse poderosos y especiales: por fin están por encima de los demás. Pero también, en una sociedad tan fracturada, en parte por esos bulos que difunden, les da un sentido de comunidad. Se agrupan y potencian su discurso entre los iguales. Si yo odio a una autoridad, cualquier cosa que ataque a esa autoridad es asumida por mí como verdadera. Aquí no hay pensamiento racional, ni evidencias que valgan. Ya estoy enganchado en una forma de pensamiento grupal. Así funcionan las sectas, los partidos y organizaciones “radicales”, atrayendo feligreses.
Hace algunos años, llegando a casa luego de la consulta con el endocrinólogo que me confirmó un diagnóstico que ya temía, un vecino me abordó y me preguntó qué me pasaba, me veía demacrado. Además de mi evidente preocupación y angustia, estaba en un momento de crisis de salud. Le conté mi diagnóstico y él se río y me dijo, no le hagas caso a esos matasanos, si lo haces, te vas a morir. A un compadre mío le dijeron lo mismo y ya estaba muy mal, entonces le recomendaron congelar limones y tomarse diario la ralladura en ayunas y si lo vieras, está como nuevo… ¿A quién le creo? El médico me dio una noticia muy seria, que requerirá de toda mi disciplina y cambio de vida. Tomar limones congelados es tan fácil…
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