“El término ´zombi´ evolucionó en la cultura pop donde rompió con los elementos místicos y/o religiosos, para referirse a un muerto viviente producido por factores biológicos (infecciones epidémicas), o alteraciones genéticas voluntarias, aunque no siempre estas son identificadas en los argumentos de las películas, videojuegos o comics.”

 

Horacio Cano Camacho

Por estos días estoy atrapado por una serie de televisión sobre un apocalipsis zombi, ahora representado por un hongo que saltó de los insectos a los humanos. La verdad, la serie es espectacular y ya hablaremos de ella -de los aspectos fundamentados en el conocimiento científico, me refiero-, próximamente.

Los zombis son junto con los vampiros, los monstruos favoritos de la cultura pop. Revisten una gran importancia para la construcción de historias de terror, cataclismos y demás ucronías que pueblan el cine, la televisión, y muchas formas de literatura y más recientemente, los videojuegos, al grado que muchas historias tienen la capacidad de trascender un medio y saltar a los otros, no siempre con buena fortuna, que no es el caso de The Last of Us, a la que me refiero en el párrafo anterior.

Historias de zombis han existido siempre, en prácticamente todas las culturas podemos identificar relatos de muertos vivientes, pero, probablemente, son las derivadas de la cultura africana a través de los esclavos llevados a Haití con la práctica de vudú, las que han calado más en la cultura popular.

Por definición, un zombi es un muerto que ha regresado o “revivido” mediante ritos mágicos y que carece de voluntad propia. Probablemente, en el imaginario popular se refería a personas con severas alteraciones mentales que pasaban de estados catatónicos a comportamientos agresivos o erráticos, sin embargo, el término más popular se refiere a las prácticas del vudú y la santería de aplicar mezclas de ingredientes de origen animal y vegetal, para reducir al mínimo las funciones vitales de una persona, al grado de simular la muerte, para luego “traerlo de vuelta” con un comportamiento alterado y sin voluntad. La principal de estas sustancias ya ha sido identificada como la tetrodotoxina, una neurotoxina producida por un pez, y que presenta un poder anestésico 160 mil veces más potente que la cocaína.

El término “zombi” evolucionó en la cultura pop donde rompió con los elementos místicos y/o religiosos, para referirse a un muerto viviente producido por factores biológicos (infecciones epidémicas), o alteraciones genéticas voluntarias, aunque no siempre estas son identificadas en los argumentos de las películas, videojuegos o comics. Por ejemplo, en la serie (trasladada de un comic) The walking dead, el apocalipsis zombi parece producido por el salto de un retrovirus endógeno humano (HERV). Este tipo de secuencias genéticas, presentes en prácticamente todos los seres vivos, ha sido asociadas en los humanos con esquizofrenia y depresión.

En película de Guerra mundial Z, basada en la serie de libros de Max Brooks, también parece ser el caso, un transposon que se activó por estados de estrés permanente en los soldados, en zonas de conflicto armado y que responde a causas epigenéticas (regulación ambiental de la expresión de ciertos genes), y al que se busca combatir con la llamada protección cruzada, apelando a la competencia entre parásitos y patógenos, de mucho interés en la investigación científica, donde una enfermedad puede proteger contra otras más peligrosas…

En Soy leyenda, película basada en el libro homónimo de Richard Matheson, la zombificación se produce por un virus alterado para tratar el cáncer y del que se pierde el control, si bien hay un cambio fundamental respecto al la novela, donde se trata de una pandemia de vampirismo. La serie de películas de Resident Evil, tanto como la de 28 días, apelan a culpar a la investigación genética que genera brotes víricos como causa del apocalipsis zombi.

The Last of Us, por el contrario, rompe con esta tendencia “anticientífica” del cine de zombis, para fundamentar su historia en casos reales de zombificación en el reino animal. El hongo Ophiocordyceps (Condyceps, en la serie), al entrar en contacto con la hormiga carpintera, sus esporas “germinan”, de ella brotan unas extensiones que penetran la coraza del insecto e invaden el cuerpo. A continuación, el hongo “ordena” a la hormiga, mediante neurotoxinas, que se dirija a un árbol en específico, exactamente a medio día, se traslade a las hojas superiores y mediante una mordida se aferre a ellas, mediante una “orden” química que provoca que los músculos de la mandíbula del insecto se aferren para siempre al árbol. Cuando el transporte muere, de su cabeza brota el hongo con su cuerpo fructífero que siembra el suelo de esporas que las otras hormigas usaran de alimento, multiplicando el ciclo zombi. En la serie, esto se repite, solo que los infectados son humanos…

Estrictamente, no se trata de zombis, puesto que no están muertos, la infección los “secuestra” para hacer la voluntad del atacante, pero si son muy interesantes para el universo de monstruos. Y de este tipo se conocen muy bien muchos casos diversos. Hay caracoles infectados por hongos, que se posan al sol, en espera de pájaros que se los coman, abordando así al trasporte para diseminar la infección, hasta avispas que intoxican a las arañas y las alteran para que cambien los patrones de diseño de sus telarañas, en una intoxicación parecida a la producida por LSD. Cuando la araña construyó el patrón preciso, la avispa la mata, succiona su contenido para alimentarse y luego se posa sobre la nueva tela, generando su capullo, como un sarcófago, donde la larva es la momia, y luego de aquí emerge un nuevo adulto.

Podríamos hablar de muchos casos más, lo dejamos para otra ocasión, lo que quiero dejar patente es que los humanos no escapamos de esta zombificación, de hecho, es más sutil y mucho menos terrorífica, a primera vista menos cinematográfica, pero que nos vuelve más “seductores”, atractivos sexualmente y hasta osados, todo con la finalidad de servir a los propósitos del parásito, sobre todo invadir nuevos nichos y completar sus ciclos reproductivos.

Tal vez el mundo de los zombis esté dejando atrás el propósito inicial del cine de estas criaturas, creado por autores como George Romero, que era servir de pretexto para realizar una crítica feroz al mundo capitalista a partir de que nos mirásemos como criaturas sin voluntad, esclavos del sistema, que solo cumplimos su finalidad de crearles más riqueza a los poderosos y que en todo caso, presenta al zombi como un sustituto de todos y cada uno de los temores que podrían estar molestando a la psique de la sociedad, desde el capitalismo hasta la guerra fría.

De cualquier manera, esta nueva tendencia más “científica” del mundo zombi, puede ser un buen pretexto para introducirnos a la naturaleza terrorífica de… la propia naturaleza.


Originario de un pueblo del Bajío michoacano, toda mi formación profesional, desde la primaria hasta el doctorado la he realizado gracias a la educación pública. No hice kínder, porque en mi pueblo no existía. Ahora soy Profesor-Investigador de la Universidad Michoacana desde hace mucho, en el área de biotecnología y biología molecular… Además de esa labor, por la que me pagan, me interesa mucho la divulgación de la ciencia o como algunos le dicen, la comunicación pública de la ciencia. Soy el jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia en la misma universidad y editor de la revista Saber Más y dedico buena parte de mi tiempo a ese esfuerzo.