“Se calcula que el 70 por ciento de las enfermedades infecciosas que nos acosan son de tipo zoonótico. En días pasados se publicó la noticia de que el virus H5N1 responsable de la gripe aviar se pasó a un grupo de trabajadores de una granja en Rusia, sin mayores consecuencias, hay que decirlo, pero nos recordó que el peligro está allí.”
Horacio Cano Camacho
Zoonosis es otra de las palabras que tendremos que aprender. Y no es que sea nueva, para nada, sin embargo, el Covid-19 nos mostró con mucha claridad que se nos olvida o peor aún, que no le ponemos la atención suficiente. Se conocen como zoonosis a cualquier enfermedad o infección que se da en los animales y es transmisible a las personas en condiciones naturales, tanto de forma directa, como la rabia, o indirecta, como la peste, que requiere otro organismo como vector.
Este tipo de enfermedades han convivido con nosotros desde que surgimos como especie y son una condición natural que deriva de los múltiples estilos de vida que todos los organismos poseen, son normales y muy abundantes. Se calcula que el 70 por ciento de las enfermedades infecciosas que nos acosan son de tipo zoonótico. En días pasados se publicó la noticia de que el virus H5N1 responsable de la gripe aviar se pasó a un grupo de trabajadores de una granja en Rusia, sin mayores consecuencias, hay que decirlo, pero nos recordó que el peligro está allí.
Esa nota de prensa trajo dos reacciones en el público, en redes sociales, los veganos parecian contentos puesto que se confirmaba el peligro de andar comiendo animales y los alarmistas dieron cuenta de la nueva pandemia que terminará -ahora sí- con la humanidad (sigo sin entender por qué les alegran estas noticias). Unos y otros están equivocados. Primero, la mayoría de las zoonosis llegan a nosotros de la fauna silvestre, no de la domesticada, lo que pasa es que es más facil detectar el potencial epidémico cuando ocurre en poblaciones animales confinadas. Tampoco necesitamos comernos al animal, de hecho, la mayoría utiliza vectores y otros recursos como vía de diseminación al humano. Y no, no nos vamos a extinguir. Hemos convivido con este tipo de enfermedades y las superamos todas, tarde o temprano…
El virus H5N1 y el H7N9, ambos asociados a la gripe aviar, han pasado ocasionalmente al humano en brotes en distintos lugares del mundo, pero estos virus están presentes tanto en los pollos de granja como en aves migratorias y al parecer los pollos los adquieren por contaminación de sus alimentos con excretas de aves silvestres. La fiebre del Nilo Occidental se disemina por mosquitos que pican a las aves migratorias (patos, gansos) y luego pican a humanos y el virus Hanta, un pariente del virus del Ébola, se transmite a los humanos a través de respirar la orina seca de roedores silvestres presentes en todo el mundo, provocando un síndrome pulmonar mortal. El mismo Ébola es transmitido por murciélagos.
Los tristemente famosos coronavirus son viejos conocidos de nosotros. Antes del Covid (SARS-CoV2), han sido responsables de dos pandemias, el SARS (SARS-CoV) y el MERS (MERS-CoV), ambas usaron como vector primario a los murciélagos, pero dependen de un vector secundario como el camello o la civeta silvestre. En la actualidad se conocen 7 coronavirus que se transmiten a nosotros, y varios vienen de aves silvestres, además de los murciélagos y si, han sido detectados en poblaciones silvestres en México varios tipos de coronavirus que por fortuna no han dado “el salto”.
Hasta ahora he puesto a los virus de ejemplo, pero en la zoonosis en realidad están implicados, además de estos, bacterias, protozoarios, helmintos, incluso hongos, que pueden transmitirse al humano en cualquier momento, provocando cientos de enfermedades, desde leves, hasta muy serias y, recordemos que la mayoría de los microorganismos aún son desconocidos para nosotros. Esto no lo podemos evitar, pero si mitigar.
Ya hemos dicho que el salto de los reservorios naturales a nosotros es inevitable, pero se ve acelerado por nuestras conductas y de ello cada vez hay más evidencias: hemos llegado a zonas donde nunca antes habíamos estado, acercándonos a los patógenos más peligrosos; el cambio de uso del suelo implica empujar a los animales silvestres para que entren en contacto con las sociedades humanas (sustitución del bosque por cultivos de aguacate, por ejemplo); el cambio climático global permite que ciertas enfermedades “tropicales” lleguen ahora muy lejos de sus zonas endémicas; la extinción de la fauna silvestre, sobre todo las poblaciones de grandes carnívoros, que ha generado un fenómeno de “ratización” o explosión de las poblaciones de especies de pequeños roedores; el tráfico de especies silvestres y la adquisición de animales no propicios como “mascotas” que acercan a los patógenos a nuevos huéspedes en dónde las posibilidades de recombinación genética y de allí el salto a humanos se favorecen.
Ya hemos observado que cuando intentamos controlar las poblaciones de ratas simplemente exterminándolas, las pulgas que les habitan se vuelven más agresivas y atacan a los humanos, lo que nos pone en la perspectiva de que hay que controlar el problema varios pasos atrás.
Y no hace falta ser zoólogo o especialista, basta una caminata por alguna área verde de la ciudad para ver poblaciones de pericos argentinos ya perfectamente instaladas en las ciudades de nuestro país, al igual que palomas y otras aves, además de poblaciones de animales abandonados a su suerte coexistiendo con roedores y otros animales llegados del antiguo bosque o zonas agrícolas ahora convertidas en zonas habitacionales.
Detener este proceso si está en nuestra manos, tanto como estudiar las poblaciones de animales (ahora urbanas), para entender la dinámica de los microrganismos potencialmente pandémicos. Estamos a tiempo de evitar otra catástrofe. Por ello, zoonosis es otra palabra que debemos incorporar a nuestro lenguaje.
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