“Berta Cáceres fue una mujer indígena lenca. Defendió el territorio y los derechos de los lencas que habitan un territorio entre Honduras y El Salvador. Fue de las fundadoras del Consejo Cívico de Organizaciones Indígenas Populares (COPINH), la cual organizó diversas campañas contra megaproyectos que violaban los derechos ambientales y el territorio de las comunidades originarias en Honduras.”
Leonor Solís
En marzo del 2016 varias personas entraron a la casa de Berta Cáceres y la asesinaron. Berta representa un importante símbolo del activismo feminista ambiental latinoamericano; a lo largo de su vida luchó incansablemente por los derechos ambientales, la defensa del territorio y la equidad de género.
Por ello es importante que el pasado 21 de junio fuese condenado a 22 años de prisión el autor intelectual del asesinato de la ambientalista hondureña tras seis años de su muerte.
Berta Cáceres fue una mujer indígena lenca. Defendió el territorio y los derechos de los lencas que habitan un territorio entre Honduras y El Salvador. Fue de las fundadoras del Consejo Cívico de Organizaciones Indígenas Populares (COPINH), la cual organizó diversas campañas contra megaproyectos que violaban los derechos ambientales y el territorio de las comunidades originarias en Honduras.
A lo largo de su vida enfrentó diversos depredadores que llegaron al territorio lenca: madereros ilegales, dueños de plantaciones y líderes de corporaciones multinacionales. Denunció la impunidad con la que operan dichos agentes, que reprimen la resistencia de los defensores ambientales. Denunció las amenazas de muerte que recibían tanto ella como otros activistas de manera constante.
La activista ambiental, defendió y exigió el respeto a los derechos de los pueblos originarios. Su lucha más fuerte y la causante de su asesinato, fue en contra de la construcción de la represa “Agua Zarca”, un megaproyecto hidroeléctrico que afectaría al Río Gualcarque, lugar sagrado para las comunidades lencas. Cáceres evitó que se realizara el proyecto, pero le costó la vida.
El heroísmo de Berta Cáceres viene por partida doble, era mujer y era indígena. Doble su vulnerabilidad. Aún así siguió sus convicciones de manera valiente. Denunciando de forma pública a Roberto Castillo, el presidente ejecutivo de la empresa a cargo de la construcción de la represa, sobre el que señaló que si alguien iba asesinarla era él. Finalmente, Castillo fue declarado culpable como como coautor del asesinato de Cáceres y condenado a 22 años de cárcel hace unos días.
Si bien es una victoria que el asesinato de Castillo no quedara impune, América Latina sigue siendo la región más letal para los defensores ambientales. El 7 de junio fue asesinado el ministro de Medio Ambiente de República Dominicana. En Brasil acaban de ser localizados los cuerpos de Bruno Pereira, defensor de los pueblos indígenas del Amazonas, y del periodista Dom Phillips, desaparecidos a principios de junio en la Amazonia brasileña. Los veteranos de la Amazonia no recuerdan el asesinato de ningún otro periodista dedicado a la cobertura de cuestiones medioambientales en la selva tropical, y menos extranjero. Las muertes violentas de líderes indígenas y activistas ya no son novedad, la de un periodista ambiental extranjero, sí.
Desafortunadamente los activistas ambientales, no representan sólo un problema para los grupos de criminales o los intereses privados de empresas que buscan sacar provecho de los territorios conservados, también resultan incómodos para los gobiernos porque se interponen a sus prioridades. No hay quien defienda a los defensores ambientales, de los que el año pasado murieron 227 y más del 70 por ciento de estos crímenes ocurrieron en América Latina.
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