«La publicación de El origen de las Especies de Charles Darwin inició una revolución no sólo en las ciencias biológicas sino en la concepción moral, ética y filosófica del Hombre en todo el mundo. El impacto científico lo podemos ver en el hecho de que no existe hoy una disciplina en la biología que no se refiera en algún momento a la evolución para darle sentido a sus análisis».
Horacio Cano Camacho
El año de 2009 fue decretado como El Año de Darwin. En este periodo se conmemoraron los 200 años de su natalicio y los 150 años de la publicación de su obra El origen de las especies mediante la selección natural o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida. Su obra es un claro ejemplo de cómo el pensamiento científico puede transformar el cómo concebimos al mundo.
En el ámbito de la ciencia es muy difícil suponer que un libro por sí solo tenga la capacidad de transformar el paradigma vigente y socialmente dominante, pero el libro de Darwin lo hizo. La publicación de El origen de las especies inició una revolución no solo en las ciencias biológicas sino en la concepción moral, ética y filosófica del hombre en todo el mundo. La sacudida provocada por sus ideas aún se siente. Tal vez el único libro que se le acerca, si bien de una forma no tan evidente, es el publicado en 1944 por el físico Erwin Schrödinger, ¿Qué es la vida? en el cual se expone que los sistemas biológicos no violan las leyes de la física y que son susceptibles de ser entendidos a través de comprender los principios que rigen los otros componentes del universo. Junto con el libro de Darwin, ambos textos pusieron las bases de la biología moderna y de los más grandes avances en la comprensión de la naturaleza. Aquí radica la importancia de tal conmemoración.
¿Cómo medir ese impacto? ¿Cómo hacerlo desde la óptica y los recursos del público no especializado? A finales de 2009 (o si gusta este 2021) se otorgaron, como cada año, los Premios Nobel de Ciencias. Es un reconocimiento muy importante para un científico, tal vez el mas prestigioso premio que se le puede otorgar y lo es no sólo en el ámbito académico, sino en la sociedad toda. Nadie duda de la enorme importancia del descubrimiento de una enzima llamada telomerasa o del gran logro de obtener imágenes por cristalografía del ribosoma. El avance en el conocimiento aportado por los galardonados del 2009 o de cada año es sin dudarlo, enorme. Sin embargo, el debate sobre ellos se restringe a los cubículos y los ambientes académicos y con dificultad salta más allá de algunos enterados. ¿Será por lo especializado de los temas o por que estos no alcanzan a mostrar su dimensión e impacto en la vida diaria? En biología estos avances son solamente generalizaciones. En cambio, el trabajo de Darwin constituye una verdadera teoría que ha incidido en el vasto público. François Jacob, un científico de gran relevancia, Premio Nobel de Medicina y Fisiología, solía decir que una época y una cultura se caracterizan no tanto por la extensión de los descubrimientos y logros adquiridos, sino por las preguntas que se plantean.
Hay quien dice —y yo coincido— que la teoría de la evolución propuesta por Charles Darwin es la idea más importante y mas influyente surgida de la mente humana. Y de acuerdo con el enunciado de Jacob, Darwin fue capaz de sintetizar de modo muy brillante las inquietudes y las preguntas, no solo de los científicos sino de la sociedad de su tiempo y darles un sentido claro y una unidad que las hizo comprensibles. De hecho, un análisis muy rápido de los Premios Nobel otorgados a los avances en biología nos muestra que estos se han centrado en trabajos que de una manera u otra buscan dilucidar algún problema o proceso planteado por la teoría de la evolución mediante la selección natural. Por supuesto que en la época de Charles Darwin no existía el Premio Nobel y como éste no se otorga póstumamente, Darwin no puede ser merecedor de tal reconocimiento, pero hay que decir que su teoría se ha constituido en la base de la biología moderna, incluyendo todas sus disciplinas como la medicina, las ciencias agrícolas o la biotecnología y que Darwin mismo representa uno de los más grandes científicos de todos los tiempos.
150 años después de la publicación de su obra más importante se han escrito cientos, quizás miles de libros y artículos que dan cuenta de cada paso en la vida del científico, de sus descubrimientos y tesis, así como de las líneas centrales de sus postulados científicos y las pruebas que en torno a ellos se han acumulado. Es posible que el cumulo de artículos y libros que se han elaborado para denostarlo sea tan grande como los que describen y explican su trabajo. En general, el esfuerzo por ridiculizarlo responde a la incomprensión de su trabajo y su demostración efectiva de que el ser humano es una creación de las leyes naturales. Por supuesto que la obra de Darwin tiene errores, no es un dogma. El trabajo de Darwin es una teoría epistemológicamente abierta, con capacidad para enriquecerse y crecer a la luz de los avances incontenibles de la ciencia.
Los equívocos en algunos conceptos son debidos fundamentalmente a lo limitado de los conocimientos e instrumentos en diversas disciplinas: no existían, por ejemplo, la genética o la biología molecular, la virología o la genómica y la embriología o la biología celular eran ciencias fundamentalmente descriptivas y no experimentales. En todo caso, estos errores son un ejemplo claro de la dialéctica de la ciencia.
Nos resulta complicado hablar de la teoría de la evolución sin hablar de Darwin, es claro que si éste hubiera decidido ser ministro anglicano o capitán de navío, el concepto de evolución hubiera llegado más temprano que tarde a nosotros. Alfred Wallace, contemporáneo de éste, la anunció casi al mismo tiempo. No tiene en realidad demasiada importancia quién lo dijo primero, como sí lo tiene el análisis del tiempo de Darwin y Wallace para entender la dimensión de su aporte.
Comencemos diciendo que sin menoscabo alguno de la genialidad de Darwin, sus ideas responden a la realidad social y cultural de su tiempo y su trabajo fue en muchos sentidos un intento de respuesta a las inquietudes de esta misma realidad: La concepción imperante en la época era la aportada por la visión creacionista, según la cual en un tiempo cualquiera surgen especies individuales -no importa como- con características esenciales definidas y fijas. Esta creación genera parejas reproductoras idénticas que a su vez originan descendencia inmutable. Esta concepción es congruente con la creación y con un conocimiento muy limitado del mundo (después de todo, si los seres vivos fueron creados por “alguien” no necesitan cambiar y son así desde la creación misma). El descubrimiento de “nuevas tierras” y la expansión colonial de la sociedad europea aportan a la vez que una cuota de riquezas, una imagen del mundo mas basta y compleja. Salta a la vista que el mundo es increíblemente diverso.
La acumulación de especímenes de plantas y animales extraños obligó a los naturalistas a tratar de poner un orden en el aparente caos de la diversidad, y luego, el descubrimiento de restos fósiles de criaturas desconocidas, terminó llevando a estos naturalistas a encontrar relaciones de forma, función y de origen. La visión creacionista ya no podía explicar la diversidad. La inmutabilidad tiene sus límites y la rigidez dogmática de la fijeza comenzó a naufragar. La delimitación del concepto de “especie”, la eliminación definitiva de la idea de la “generación espontánea” demostrada por Pasteur y la expansión de lo vivo al mundo microscópico, ocurridas a mediados del siglo XIX, terminaron por crear las condiciones para el surgimiento de las ideas transformacionistas.
En justicia, debemos decir que la noción de cambio ya existía, pero el gran aporte de Darwin a la idea de la transformación consistió en reunir gran cantidad de observaciones de la más diversa índole y aparentemente desconectadas entre sí e instaurar un orden en el caos de la diversidad. Otro aporte de Darwin consistió en sacar a la biología de las colecciones y museos y llevar a los naturalistas a la observación directa.
La nueva visión transformadora identificó especies individuales con una existencia real en donde se forman parejas reproductoras capaces de sufrir cambios, que a su vez generan descendencia con modificaciones. Esta explicación es de un gran valor porque brinda una relación causal de la diversidad del mundo viviente. Este es quizá el primer gran aporte de Darwin.
En este punto podemos explicar brevemente los postulados de Darwin de una manera muy simplificada: En un punto fijo en el tiempo las especies tienen una existencia real. A partir de este punto, comienzan por aparecer espontáneamente diferencias sutiles en los descendientes, estas mismas diferencias pueden rastrearse en sus orígenes. Los organismos del pasado, presente o futuro descienden de uno o unos pocos sistemas vivos. Probar la objetividad de estos postulados sustentándose únicamente en observaciones históricas puede resultar muy complicado, sin embargo, los descubrimientos de la biología moderna no han hecho sino confirmar objetivamente las observaciones de Darwin. Darwin anuncia que la diversidad sólo puede explicarse a través de la noción de cambio.
El proceso de transformación es constante y se encuentra siempre en expansión, pero esta expansión tiene un límite y hay que encontrar el mecanismo de la variación y la fuerza conductora. Los predarwinistas como Jean Baptiste Lamarck (el más conocido de todos) habían planteado ya que la necesidad o el deseo pueden provocar un cambio y éste, a su vez, puede cambiar al organismo. Según los predarwinistas, la necesidad podría operar un cambio en el genotipo, que a su vez entrañaría un cambio en el fenotipo (si bien estos términos no existían entonces, los usaremos por claridad). Este cambio se heredaría a los descendientes
Darwin pensaba, por el contrario, que el uso y desuso podrían operar el cambio. Los sucesores de Darwin emprendieron la tarea de explicar este problema —concretamente August Weismann— propusieron que los cambios se producían espontáneamente y al azar en los genes durante la reproducción (el concepto de “gen” no existía y se le llamaba “plasma germinal”). Estos cambios en el genotipo producían descendientes con genotipo cambiado el cual operaba un cambio en el fenotipo de los descendientes.
No es extraño que Darwin no acertara al explicar el origen preciso del cambio. Gregor Mendel descubridor de los genes y padre de la genética fue contemporáneo de Charles Darwin. Su trabajo fue publicado en la misma época que El origen de las especies, pero… no pasó nada, su trabajo fue ignorado por treinta años. Los científicos y la sociedad en general no estaban en condiciones de asumirlo. La concepción del gen como unidad y origen del cambio aún no podía ser comprendida. En una sociedad dominada por el creacionismo se requiere precisamente que primero se establezca la noción de cambio, para luego preguntarse cómo y por qué se produce éste. Recordemos un enunciado anterior de que los científicos responden a las preguntas de la realidad y no se dedican a ejercicios de anticipación. Debemos entender que se trata de ciencia y no magia o religión. De manera que el trabajo de Mendel es redescubierto hasta 1900 y es hasta 1909 cuando Wilhelm Johannsen llama gen a la unidad mendeliana de la herencia, precisamente en honor de un concepto propuesto por Darwin. En 1910, Thomas Morgan establece que los genes se encuentran en los cromosomas, pero es hasta 1944 que Oswald Avery establece que es el ácido desoxiribonucleico (ADN) el portador de los genes. Con la deducción en 1953 de la estructura del ADN por Watson y Crick se logró conseguir la herramienta para conocer con precisión el origen del cambio generado por Darwin. El descubrimiento del mecanismo de perpetuación del ADN iniciado por Matthew Meselson y Franklin Stahl, Arthur Kornberg y Reiji Okazaki, entre otros, hacia finales de la década de 1950, posibilitó establecer a la mutación como el motor del cambio y a los genes como las unidades físicas de la evolución.
El darwinismo postuló que los cambios se presentan de manera espontánea y al azar, algo que la biología moderna ha demostrado ampliamente. El impacto de estos cambios sobre el origen de la diversidad (origen de las especies) debe medirse de manera gradual en el tiempo, el tamaño de la población, el aislamiento reproductivo, etc. Aquí podemos encontrar el otro gran aporte de Darwin. El destino del cambio depende de que este introduzca alguna innovación que dará lugar a diferencias genéticas que representarán diferentes capacidades para responder a los cambios ambientales. A este concepto se le llamó “selección natural” y la selección procederá sobre los mejores reproductores.
Los postulados de la teoría generada por Darwin han sido probados con gran éxito por las generalizaciones establecidas por la biología estableciendo la verdadera dimensión de su aporte. Darwin era un verdadero científico que pudo sustraer sus convicciones personales y supeditarlas a los hechos objetivos. Introducir la noción de cambio, de transformación en un mundo inamovible dominado por la ideología es quizá, su mayor aportación, así como demostrar que ese mismo mundo es susceptible de ser entendido si comprendemos las fuerzas internas que lo determinan y la amplitud de los estímulos externos que lo guían.
Este año como cada uno que pase luego de la publicación del trabajo de Darwin es una magnifica oportunidad para analizar a Darwin y su obra a la luz del cúmulo de conocimientos e instrumentos que ahora tenemos. Tal vez podamos entender por qué la palabra evolución forma ya parte del lenguaje cotidiano. Vivimos en un mundo en donde todo cambia y somos capaces de comprender esos cambios.
El presente texto, es el guión de la conferencia que dictara el autor -colaborador de Cienciario-, el 22 de noviembre en el ciclo La biología después de Darwin, organizado por el Museo de Historia Natural de la Universidad Michoacana para conmemorar el 162 aniversario de El origen de las especies.
Fotografía: Pixabay
|