“Las bacterias, en su ambiente natural, enfrentan muchas situaciones complejas que atentan contra su desarrollo. En particular, deben hacer frente a la presencia de moléculas producidas por otros organismos que las usan para destruir o detener el desarrollo de las comunidades bacterianas en la competencia por el alimento.”

 

Horacio Cano Camacho

Este podría ser el eslogan de una campaña nacional para enfrentar una de las crisis sanitarias más preocupantes a la que nos enfrentamos actualmente: la aparición de multirresistencias a los antibióticos que constituyen nuestra arma principal en la lucha contra las enfermedades infecciosas.

Desafortunadamente, en este caso, la palabra “detengamos” es imposible. No existe manera de detenerlo, puesto que se trata de un fenómeno biológico normal y constante y parte de la evolución natural de las bacterias.

Lo que sí podemos hacer es ralentizar o lentificar el fenómeno, de cara a buscar nuevas estrategias de combate a las enfermedades infecciosas. Explicar las bases moleculares de la resistencia a los antibióticos requeriría de toda una enciclopedia, lo que escapa a los propósitos de este artículo. Vamos a intentar explicar brevemente lo que sí podemos hacer.

Las bacterias, en su ambiente natural, enfrentan muchas situaciones complejas que atentan contra su desarrollo. En particular, deben hacer frente a la presencia de moléculas producidas por otros organismos que las usan para destruir o detener el desarrollo de las comunidades bacterianas en la competencia por el alimento.

Nosotros hemos aprendido a usar estas moléculas, llamadas antibióticos, como la principal arma terapéutica contra las enfermedades infecciosas. La resistencia es un fenómeno natural, espontáneo e inexorable en la evolución bacteriana. Se debe a cambios o mutaciones al azar, seguidas de selección natural de aquellas poblaciones que presentan cualidades que las hacen resistentes a las toxinas. Dentro de los tipos de mecanismos moleculares de resistencia destacan por su relevancia: inactivación enzimática, alteraciones en el sitio blanco de los antibióticos y alteraciones de la permeabilidad de los mismos.

Cuando nosotros usamos un antibiótico para una infección, estas moléculas actuarán dañando, deteniendo a matando al agente infeccioso, sin embargo, constantemente aparecen bacterias en estas poblaciones, con capacidad para detoxificar o destruir al antibiótico y evadir así el reto. También se puede producir espontáneamente la aparición de alteraciones en el blanco del antibiótico, que hace imposible que este se una y provoque daño. De manera que no todas las bacterias se van a morir con el tratamiento.

En una siguiente infección, volvemos a usar la misma toxina, entonces, las bacterias resistentes tendrán una ventaja frente a su competencia, las susceptibles morirán, disminuyendo la competencia, mientras que las resistentes podrán multiplicarse, haciendo inservible la medicina recetada… La resistencia es una cualidad genética y para colmo de males, se puede heredar a la descendencia (herencia vertical), tanto como transmitir a otras bacterias, incluso de una especie distinta (herencia horizontal), lo que complica mucho la situación. Además, el uso inadecuado de los antibióticos, ejerce de presión se selección para acelerar la resistencia.

De manera que lo único que nos queda es hacer más lenta la aparición de estas resistencias. Y esto solo podemos lograrlo mediante el uso adecuado y responsable de los antibióticos.

Los pacientes debemos hacer esto: 1) No auto recetarnos antibióticos -en realidad ningún medicamento- Entendamos, lo que nos sirvió a nosotros no necesariamente le servirá a otro paciente, aunque los síntomas sean parecidos. Cada interacción bacteria-paciente es individual y única y solo el médico, mediante las pruebas adecuadas, puede indicar la terapia para nosotros.

2) Llevemos siempre a término el tratamiento, aun cuando “ya se sienta bien”. La dosis es fundamental para que el tratamiento sea efectivo, suspenderlo solo favorece a las bacterias resistentes. Cuando le queden pastillas, o medicamento, deséchelo adecuadamente o dónelo a un hospital, no lo guarde en el botiquín.

3) No hacer vida social en los hospitales. Nos encanta acampar y hacer fiesta con nuestros pacientes. De no ser indispensable, no vaya a ver al paciente, este se siente mal… Los hospitales son el primer lugar de adquisición de bacterias resistentes. Podemos llevar y traer esas resistencias. Si tiene que estar allí, procure medidas de protección adecuada, mascarilla, guantes, higiene, no coma allí y no ande deambulando y tocando todo.

Qué deben hacer los médicos: 1) No recetar antibióticos si no es mediante los análisis que establezcan el origen de la infección, el perfil de tolerancia a los antibióticos de la bacteria -si es tal- y una revisión profunda de la historia de tratamientos anteriores del paciente.

Los médicos suelen recetar antibióticos como una medida de urgencia dado que los análisis tradicionales pueden tardar varios días. En la actualidad contamos con técnicas moleculares que pueden tipificar en pocas horas el agente infeccioso y los marcadores moleculares de resistencia y susceptibilidad de manera muy precisa. Es indispensable dotar a los hospitales de esta capacidad de diagnóstico.

2) Revisar, mediante análisis precisos y no solo sintomáticos, la evolución de la infección, con la finalidad de darle más precisión a la terapia, combinarla y dar la duración precisa, ni más tiempo, ni menos y eso es para cada paciente.

3) No recetar antibióticos innecesarios y a la menor provocación. Hay infecciones que cursan rápido y pueden ser abordadas con terapias alternativas, alimentación, mediadas higiénicas adecuadas. Y cuando hablo de alternativas, no me refiero a productos milagro. Me refiero al estimulo de la capacidad inmune, la alimentación y el consumo de ciertos productos que se sabe muy bien que pueden actuar sobre ciertas infecciones.

Qué debe hacer la industria farmacéutica (y esto quizás sea lo más complejo: 1) Profundizar la investigación de alternativas a los antibióticos, como el uso de fagos, nuevos antibióticos, terapias combinadas, terapias para “curar” a las bacterias multirresistentes, entre otras. Ya hablaremos en otra entrega de estos asuntos.

2) Cambiar el modelo de negocio. La venta masiva de antibióticos es un gigantesco negocio que debe revisarse y vigilarse muy de cerca. La industria estimula el consumo desmedido y sin control de antibióticos, incluso los más nuevos y que muchas veces son el último recurso terapéutico de los médicos.

Qué debe hacer el gobierno: 1) Establecer la aparición de las resistencias como un elemento estratégico y de prioridad nacional. Es, probablemente, el mayor reto sanitario al que nos enfrentaremos en los próximos pocos años. Se debe estimular la investigación científica en el tema como prioridad número uno. También debe fortalecer la vigilancia epidemiológica con nuevas técnicas moleculares y una red de laboratorios equipados con este propósito en el sistema de salud pública.

2) Fortalecer la educación pública y en toda la sociedad, abordando el tema de manera urgente. La educación es la principal arma contra esta nueva pandemia.

3) Prohibir,  y vigilar el cumplimento, el uso de antibióticos en la cría de ganado; el desecho, procesamiento y disposición de los desechos de medicamentos y el tráfico de recetas y antibióticos de contrabando.

En fin, seguiremos tratando de vez en cuando el tema porque es una crisis muy seria la que se está produciendo y que además del costo económico, puede representar una regresión en el sistema de salud en todo el mundo. Todos debemos implicarnos en su atención…


Originario de un pueblo del Bajío michoacano, toda mi formación profesional, desde la primaria hasta el doctorado la he realizado gracias a la educación pública. No hice kínder, porque en mi pueblo no existía. Ahora soy Profesor-Investigador de la Universidad Michoacana desde hace mucho, en el área de biotecnología y biología molecular… Además de esa labor, por la que me pagan, me interesa mucho la divulgación de la ciencia o como algunos le dicen, la comunicación pública de la ciencia. Soy el jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia en la misma universidad y editor de la revista Saber Más y dedico buena parte de mi tiempo a ese esfuerzo.