“En el proceso que dio origen a los perros, seguro pasaron cientos de años, muchas generaciones y una indudable selección primitiva de los que tenían mayores características empáticas (esto se conoce muy bien a nivel de neurotransmisores).”
Horacio Cano Camacho
Estoy mirando a mis perros y a pesar de que son grandes y fuertes y a veces se hacen pasar por “feroces”, nada hace intuir que provengan de los lobos. Pero es que los míos, como todos los canes modernos, son productos muy acabados de una muy alta (y reciente) selección, realizada por los criadores. En realidad, la familia de los lobos incluye a estos, los perros, zorros, chacales, coyotes, licaones, entre otros. Son los famosos cánidos y el perro, como estos dos que ahora me acompañan, fue el único que ligó su destino a nosotros o, mejor dicho, nosotros lo hicimos al de ellos o tal vez lo hicimos mutuamente…
Resulta que el lobo se convirtió en perro hace solo unos milenios. Nosotros desempeñamos un claro papel en esa especiación. Todo indica que los lobos más dóciles se acercaban a los campamentos humanos en busca de comida. Algunos de ellos se dejaban querer, incluso acompañaban a los cazadores y recolectores en sus busquedas. Y este acompañamiento generó ventajas mutuas puesto que se proporcionaban servicios en ambos sentidos, comida, protección y cariño a cambio de vigilancia y rastreo. La nueva dieta y el cuidado proporcionado por los humanos, fue introduciendo cambios lentos pero sostenidos en un claro proceso epigenético.
Hay evidencias experimentales de ello. Se sabe que los zorros, sometidos a dietas “humanas” y cuidados continuos, poco a poco cambian su conducta y su fisonomía, al grado de transformar su cuerpo, hacer más grueso y moteado el pelaje, volverse más dóciles y enroscar la cola en un claro proceso de “perroformación”. No es que los zorros terminen siendo perros, al igual que los lobos, todos terminan siendo lo que son, conservando cierta independencia de los humanos: Aun cuando la transformación física es clara, la conductual como el “libre albedrio” persiste, y esto es independiente de que los tomemos desde cachorros.
En el proceso que dio origen a los perros, seguro pasaron cientos de años, muchas generaciones y una indudable selección primitiva de los que tenían mayores características empáticas (esto se conoce muy bien a nivel de neurotransmisores). En el fondo, aquellos lobos pre-perros con cualidades neurofisiológicas, que establecían lazos de empatía, producciendo e induciendo a la vez en los humanos, altos niveles de vasopresina y oxitocina, son los que terminaron volviéndose “perros plenos”, mientras que otros lobos y zorros conservaron su independencia.
¿Cuándo y dónde ocurrio esto? Las evidencias indican que la domesticación de los perros ocurrió hace unos 11 mil años, inició en las estepas rusas de donde se movieron y luego se repitió en múltiples lugares a la vez. Los lobos y humanos tienen una separación de alrededor de 90 millones de años, pero sus decendientes han pasado los últimos 10-12 mil años unos al servicio de los otros, en una interacción que nos ha reconfigurado mutuamente a nivel fenotípico y genotípico.
Resulta que los lobos pueden llegar a convivir muy bien con nosotros, pero nunca pierden sus cualidades de “libertad”. Sin embargo, los perros están ligados por completo a nosotros. Ya sabemos que entre perros y dueños (as), se establece un vínculo neurofisiológico de respuestas de compensación mediadas por neurotransmisores y los humanos, sin saberlo, seleccionaron por simple empatía a los animales capaces de establecerlo. Pero los perros también “seleccionaron” a sus dueños entre los humanos capaces de sentirse atraidos y compensados por los canes, es decir, también hubo una selección de los humanos con cualidades genéticas apropiadas para la interacción. Yo creo firmemente que la domesticación fue mutua.
Es probable, que esta población de lobos que se “emperró” ya no exista, y sus parientes más cercanos no posean esas cualidades genéticas que producen la comunicación química que hizo posible la perroformación, por lo que no esperemos que el proceso se repita…
El proceso al parecer ocurrió de manera independiente en al menos varias poblaciones perro-humanas. Y por estudios genéticos, sabemos que estos lobos-perros viajaban con los humanos a donde éstos fueran. De hecho, podemos trazar parte de la historia humana al seguir la evolución de los perros, sobre todo por que los cambios genéticos en nuestros ancestros no eran tan rápidos.
Al estudiar el ADN de poblaciones perrunas ancestrales y comparándolas con las modernas, se puede trazar el recorrido desde sus lugares de origen. Pero también se pueden conocer los desplazamientos de las poblaciones humanas. Entonces, el viaje de los perros nos traza con mucha precisión el viaje de las poblaciones humanas y sus mezclas… Incluso se conocen zonas y épocas donde la diversificación canina se detuvo mostrando que tal vez ocurrieron accidentes genómicos que frenaron la diversificación, tal vez la presencia de pandemias…
Los perros no sólo son “los mejores amigos” de la humanidad, resultan ser los mejores compañeros de viaje, y de un viaje evolutivo, que es algo muy poderoso.
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