El internet lo invade todo y cuenta con una multitud que le sigue minuto a minuto, día tras día, sin horario alguno y en todo el orbe; ha trastocado nuestras conductas y nos ha vuelto noctámbulos (más ahora), más callados y encerrados. Tal es el costo de nuestra fidelidad a las pantallas, donde cada cual pide y exige de acuerdo a su necesidad, a su adicción cibernética.


Raúl López Téllez

Este 17 de junio se celebra el Día del Internet, esta herramienta tecnológica que nos permite vernos, oírnos y (tal vez no muy lejos), tocarnos o acceder a otras vivencias sensoriales.

La efeméride se instituyó en el año 2005, por lo que hablamos de una fecha reciente, acorde con la etapa de mayor auge de las llamadas “redes sociales”.

Hoy, como en otros tiempos con otras tecnologías, la vida pareciera o sería, dicen, imposible, “inexistente” sin el internet, aditamento que además se traslada en nuestros días a todas las plataformas, por lo que su extensión a los celulares, laptops y tabletas, le dio movilidad a la enajenación de nuestros días.

Claro, como en sus tiempos la televisión, la herramienta digital no deja de ser el blanco de los más furibundos ataques, y que más allá de padres histéricos por ver como se instauran otras costumbres y culturas en una generación adicta a las pantallas, no escapa de críticas de peso como la de Umberto Eco, quien calificó a los habitantes de las redes como “legión de necios”.

En otros casos, el poder del Internet se ha visto como el “Big Brother” que retrató George Orwell en 1984; Michael Assange, quien filtrara cientos de documentos oficiales de varios gobiernos que implicaban corrupción, negocios turbulentos y acuerdos contra ciudadanos, se erige como el contrapoder o la resistencia contra la hegemonía mediática y que, en el caso de los poderes en la cibernética, le han robado la existencia o identidad a todo el mundo: saben dónde vivimos, qué comemos, cuántas horas estamos en su pantalla y qué consultamos, en suma, le damos cuenta de todo a través de nuestras huellas en cada teclazo.

El valor del internet como herramienta de apoyo, de información, de conocimiento, dependerá de nuestras afinidades en cuanto a su uso.  De acuerdo con el Inegi, hasta el año 2019, el 73.1 por ciento de habitantes de zonas urbanas en México tenían acceso al servicio, lo que disminuía entre aquellos de zonas rurales, donde se registró un índice de 40.6 por ciento.

Según la Encuesta Nacional Sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información, el internet es consultado en un 90.6 por ciento como entretenimiento; comunicarse, 90.3 por ciento y, para informarse, el 86.9 por ciento.

La pandemia ha dado una mayor relevancia al uso del internet en estos días, sobre todo como vehículo eficaz para la comunicación interpersonal y familiar. Y bajo ciertos bemoles y en contra de lo que podría suponerse, la emergencia sanitaria y la irrupción repentina a lo virtual, deja de manifiesto que tras la aparente accesibilidad mayoritaria, existen zonas sin redes digitales donde cohabita un sector no menor de usuarios, al margen del acceso y manejo de tecnologías para incorporarse al proceso virtual de la enseñanza, por ejemplo, lo que habla de que sería deseable el que se democratice el acceso a la red, otro más de los retos que tendrán que emprender las instituciones para ejercer sus funciones en y desde las redes.


Periodista formado en las redacciones y en la calle; ha sido reportero, corresponsal, editor y jefe de Redacción e Información. Integrante de los equipos fundadores de algunos diarios y de Cienciario, el que le ha dejado como satisfacción que lo conozca el don de las tortas y el de la tienda de la esquina.