“Se han calculado en más de 700 mil personas muertas al año por la resistencia a los antibióticos, lo cual es muy alarmante. Un primer elemento en la búsqueda de soluciones viene desde el diagnóstico adecuado, la identificación plena del agente infeccioso y su susceptibilidad y resistencia a los diferentes medicamentos”.

 

Horacio Cano Camacho

La semana anterior hablamos del peligro que entraña el mal uso de los antibióticos administrados sin control. El resultado es la selección de cepas o variantes de bacterias multiresistentes a las principales armas que tenemos para luchar contra las infecciones, al grado de que ya existen enfermedades infecciosas que es muy difícil controlar con los antibióticos disponibles.

Desde diferentes áreas de la ciencia se han buscado soluciones a este problema y por supuesto, la recomendación del uso correcto y bajo prescripción y vigilancia es la primera defensa contra esta crisis. Podemos seguir buscando sustancias con propiedades antimicrobianas, sin embargo, esta carrera parece no tener fin. Nuevas sustancias implican nuevas presiones de selección contra las bacterias, de manera que regresaremos al inicio, el uso inadecuado tarde o temprano seleccionará bacterias resistentes…

Se han calculado en más de 700 mil, las personas muertas al año por la resistencia a los antibióticos, lo cual es muy alarmante. Un primer elemento en la búsqueda de soluciones viene desde el diagnóstico adecuado, la identificación plena del agente infeccioso y su susceptibilidad y resistencia a los diferentes medicamentos. Es decir, el médico, antes de prescribir, debería tener la certeza de qué antimicrobiano o combinación de ellos es la efectiva y no recetar a ciegas. Las técnicas moleculares (como las usadas para detectar Covid) permiten identificar rápidamente al agente y sus resistencias y ello es una justificación suficiente para equipar a los hospitales con la tecnología de diagnóstico más moderna.

Otra vía que se está ensayando es el uso de virus patógenos de bacterias. Estos, llamados bacteriófagos, atacan a las bacterias y las matan, sin afectar, desde luego, a nuestras células. Funcionan muy bien, sin embargo, se han probado sobre todo en infecciones externas y falta más información sobre las principales enfermedades bacterianas que nos aquejan. Una posibilidad que se está estudiando es encapsular los fagos y liberarlos exclusivamente en el sitio de infección. Tienen enormes ventajas, no son tóxicos contra mamíferos, son altamente específicos, muy baratos y si la bacteria es resistente al disponible, se busca en cualquier charca uno más efectivo ya que son muy abundantes y atacan específicamente a cualquier bacteria que se nos ocurra.

Otra alternativa es el uso de anticuerpos monoclonales y nanocuerpos (minianticuerpos) contra las bacterias. Nuestro organismo responde a las infecciones produciendo proteínas que identifican alguna cualidad del atacante y lo envuelven para ser destruido por las células asesinas del propio sistema o bloquean el reconocimiento de las células blanco. Podemos aislar las células productoras de estas proteínas o anticuerpos y seleccionar una línea productora de alguno muy efectivo y usarla para producir un solo tipo de él (llamados monoclonales) haciendo muy efectivo el blanco, destruyendo así a la bacteria atacante. Hay otros anticuerpos de tamaño muy pequeño producidos por camélidos. Estos nanocuerpos se pueden sintetizar en el laboratorio y generar balas dirigidas con una enorme eficacia contra la infección.

Estas tres alternativas tendrían que ser aplicadas en los hospitales y, al menos los anticuerpos, son costosas por ahora como para aplicarse de manera masiva y contra cualquier infección, debiendo reservarse para casos especiales en dónde los antibióticos no funcionen o sean tóxicos contra nosotros.

La otra alternativa viene de una terapia de prevención muy conocida: las vacunas. El uso generalizado de antibióticos contra la mayoría de las infecciones condujo al abandono de la investigación de vacunas contra muchas enfermedades, pero ahora sabemos que sería el método más eficaz. La idea es identificar las infecciones más recurrentes que es necesario controlar y diseñar vacunas efectivas contra ellas, de manera que, al proteger a la población de estas bacterias, reducimos el uso de antimicrobianos. Sabemos también que muchas vacunas, al estimular el sistema inmune lo alertan y refuerzan contra otros atacantes inesperados multiplicando así la protección.

Las bacterias portan muchos de los genes que les confieren resistencia a los antibióticos en unos minicromosomas llamados plásmidos. Cuando aplicamos un antibiótico “a ciegas”, este detiene a las bacterias que no lo portan, eliminando la competencia a las que son resistentes y favoreciendo su desarrollo, de manera que la siguiente infección será menos susceptible de contenerse con el mismo antibiótico. Si reducimos la presencia del antibiótico que constituye la “presión de selección” contra una población de bacterias, sabemos que estas “se curan” del plásmido, tienden a perderlo, desapareciendo así su resistencia.

El uso de las alternativas señaladas podría ayudar a “curar” a las bacterias y mantendría a los antibióticos como una herramienta médica de gran potencial. Pero hay otras vías más generales para mantener a raya la resistencia. El reforzamiento del microbioma intestinal genera no solo competencia a los malos, también en nuestro tracto hay bacterias que para competir eficazmente producen péptidos antimicrobianos que pueden moderar las infecciones, manteniéndonos más sanos. Otra práctica es el consumo de ciertas infusiones (tés) que contienen antimicrobianos vegetales (nurite, orégano, el mismo té) que pueden actuar contra infecciones muy leves e incipientes, deteniéndolas antes de que exploten. Esto no significa que deba suspender su tratamiento médico. Comer bien y sustituir los refrescos y otras bebidas azucaradas por infusiones más sanas es una alternativa de vida saludable que mejorará nuestra salud, pero si la infección ya está instalada, es el médico quien debe prescribir el tratamiento adecuado y que puede salvarnos la vida.

No lo olvide, no consuma antibióticos sin control: lo que se le ocurre que debe funcionar; lo que le sobró a la vecina de su última visita al médico; los que curaron la infección de su vecino, de su primo, no curarán una infección que no es la suya ni las concentraciones serán las indicadas para usted, recuerde que la tipificación y susceptibilidad bacteriana solo la puede hacer un laboratorio de diagnóstico, y esta será debidamente interpretada por su médico. Falsificar recetas o comprarlas en el mercado negro es muy malo. Y tampoco use antibióticos contra catarros, gripe, dolores varios, no sirven de nada contra los virus y sólo beneficiarán a las bacterias más patógenas y peligrosas que regresarán a cóbraselo, a usted y su familia, a los que les transmitió seguramente las resistencias en la convivencia cotidiana…


Originario de un pueblo del Bajío michoacano, toda mi formación profesional, desde la primaria hasta el doctorado la he realizado gracias a la educación pública. No hice kínder, por que en mi pueblo no existía. Ahora soy Profesor-Investigador de la Universidad Michoacana desde hace mucho, en el área de biotecnología y biología molecular… Además de esa labor, por la que me pagan, me interesa mucho la divulgación de la ciencia o como algunos le dicen, la comunicación pública de la ciencia. Soy el jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia en la misma universidad y editor de la revista Saber Más y dedico buena parte de mi tiempo a ese esfuerzo.