“El uso de antibióticos supuso una ventaja para la humanidad sobre los patógenos, pero olvidamos que estos son solo un elemento de la lucha contra las enfermedades y como estamos combatiendo a otros seres vivos, pronto quedó evidenciado que estos también cambian y seleccionan nuevas formas de salir airosos”.

 

Horacio Cano Camacho

La semana pasada me tomé un antibiótico -por prescripción médica- para combatir una infección y debo reconocer que funcionó muy bien. Me resultó inevitable pensar en cómo era el mundo antes de este recurso. El anuncio de una infección, por sencilla que pareciere, seguramente podía ser una sentencia de muerte.

El uso de antibióticos para el tratamiento de enfermedades bacterianas constituyó uno de los mayores logros de la ciencia en la lucha contra las enfermedades. Luego del descubrimiento de la penicilina, en especial, estos males podían ser atendidos rutinariamente. Azotes terribles como la peste, pudieron ser enfrentados con penicilina y prácticamente la eliminaron como pandemia…

Los antibióticos son sustancias químicas producidas por varios organismos, o ahora, sintetizadas por nosotros, capaces de detener el desarrollo de ciertos microorganismos patógenos, actuando sobre ellos deteniendo su proliferación y desarrollo o matándolos.

El uso de antibióticos supuso una ventaja para la humanidad sobre los patógenos, pero olvidamos que estos son solo un elemento de la lucha contra las enfermedades y como estamos combatiendo a otros seres vivos, pronto quedó evidenciado que estos también cambian y seleccionan nuevas formas de salir airosos.

Los antibióticos son armas con blancos específicos. Su acción sobre las bacterias se basa en su capacidad de unión con ciertos sitios de la estructura bacteriana, que desactiva las funciones correspondientes de biosíntesis, por ello pueden ser dirigidos contra un tipo bacteriano específico o contra un amplio espectro de bacterias, y también por ello son inútiles contra virus, hongos y otros agentes causantes de enfermedades.

Y el mal uso de los antibióticos provocó que, sin saberlo, estuvieramos seleccionando a las bacterias resistentes a estas armas, al grado de volver inocuos a muchos de los más importantes antibióticos de la farmacia, al grado de que  la aparición y difusión de la resistencia a los antimicrobianos se ha destacado como una amenaza global por diferentes organizaciones de salud, y los patógenos resistentes a los antimicrobianos causan una morbilidad y muerte sustanciales. Podemos decir que tal resistencia a los antibióticos constituye una pandemia real, tan peligrosa, o más, que la que estamos atravesando por un virus.

Recetar antibióticos sin un análisis previo del tipo bacteriano que causa la infección y su perfil de resistencia y susceptibilidad a estas sustancias; recetar antibióticos como un medicamento de relleno y sólo “por precaución” y peor aún, autorecetárselo para cualquier cosa, incluyendo gripes y dolencias, consumir solo una parte de medicamento prescrito por que nos sentimos ya bien o tomarse lo que queda en la caja del recetado a un amigo(a) o familiar, fue operando en contra de este fabuloso recurso de la medicina.

Las bacterias, como todos los seres vivos, presentan una gran diversidad de características genéticas, y no es diferente con la resistencia o susceptibilidad a los antibióticos. Ya dijimos que estos tienen blancos muy específicos en el metabolismo de los bichos. Pero estos pueden desarrollar mutaciones espontaneas y al azar que les permitan escapar de la toxicidad del antimicrobiano. En una población habrá bacterias susceptibles, medianamente susceptibles, hasta unas completamente resistentes. Si nosotros aplicamos antibióticos sin control, mataremos a las susceptibles, pero las resistentes sobrevivirán. Y sin saberlo, el consumo sin un estudio previo, del medicamento, les eliminará a la competencia (susceptibles), permitiendo que las resistentes se reproduzcan y en un momento sean las dominantes.

El uso inadecuado de antibióticos opera como una presión de selección que favorece a los microorganismos resistentes que además, suelen ser también los más patogénicos por lo cual, nosotros favorecemos a los malos de la historia y con ello, disminuimos o desaparecemos nuestras ventajas.

Adicionalmente, la resistencia muchas veces depende de genes presentes en unos mini cromosomas (llamados plásmidos) que la bacteria puede transferir, incluso a especies distintas de bacterias con lo que la resistencia se diseminará a otros microbios causantes de enfermedades y con ello, se extenderá la ineficiencia contra enfermedades fundamentales.

Ya tenemos bacterias resistentes a la mayoría de los antibióticos disponibles y a los que son susceptibles resulta que estos también tienen una enorme toxicidad hacia el propio paciente. Estamos ante un fenómeno que nos puede dejar totalmente inermes ante las infecciones más simples, tornándolas en enfermedades mortales puesto que ya no hay manera de controlarlas.

Este hecho nos ha obligado a buscar nuevos antibióticos, pero en una carrera que parece perdida de antemano. Mucho del problema deriva de que ni médicos, ni la población, tienen conocimientos mínimos de evolución, incluso ni se lleva en los planes de estudio de Medicina. Pero hay alternativas en terapias novedosas y eficaces, así como estrategias de prevención. Sobre esto platicaremos en la próxima entrega… Por lo pronto, no se automedique, no tome antibióticos sin prescripción médica estricta y mucho menos trafique con recetas, el daño puede ser aún más grave que el del Covid-19.


Originario de un pueblo del Bajío michoacano, toda mi formación profesional, desde la primaria hasta el doctorado la he realizado gracias a la educación pública. No hice kínder, por que en mi pueblo no existía. Ahora soy Profesor-Investigador de la Universidad Michoacana desde hace mucho, en el área de biotecnología y biología molecular… Además de esa labor, por la que me pagan, me interesa mucho la divulgación de la ciencia o como algunos le dicen, la comunicación pública de la ciencia. Soy el jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia en la misma universidad y editor de la revista Saber Más y dedico buena parte de mi tiempo a ese esfuerzo.