“Pero ese mosco no deja de rondar. Para empezar, se trata de una hembra. Resulta que los machos son veganos y se alimentan del néctar de las plantas, ese líquido azucarado, rico en aceites esenciales y sales minerales, pero miserable en proteínas… no pican pero que bien dan lata, pues hacen el ruido típico de los mosquitos para distraernos mientras las hembras, que son la hematófagas se dan el festín…”

 

Horacio Cano Camacho

Estoy sentado frente a la computadora con el propósito de escribir mi colaboración con Cienciario. He decidido el tema y también he realizado el acopio de información para sustentarlo (aunque a veces no se note, un artículo de divulgación debe ir bien sustentado en la literatura científica) y me siento un poco como el protagonista de la canción de Serrat “No hago otra cosa que pensar en ti”, es decir, pienso en muchas cosas, menos en mi artículo.

De repente un mosco se posa en mi brazo e intenta introducir su probóscide en mi piel. Maldito mosco, apenas voy acercando mi mano para aplastarlo y se escapa. Pero sigue rondando. Como muchos amigos han enfermado de dengue estos días, no me puedo concentrar y vigilo con mucha atención los movimientos de ese maldito bicho, pero es claro que algo lo atrae a mi ¿será mi calor? ¿o tal vez mi olor?

Nadie de casa es más susceptible que yo a los piquetes de mosco. Lo mismo me pasa con las pulgas, he llegado a pensar que tengo sangre de perro, si hay diez mil gentes y una pulga, a mi es a quien termina picando…

Pero ese mosco no deja de rondar. Para empezar, se trata de una hembra. Resulta que los machos son veganos y se alimentan del néctar de las plantas, ese líquido azucarado, rico en aceites esenciales y sales minerales, pero miserable en proteínas… no pican pero que bien dan lata, pues hacen el ruido típico de los mosquitos para distraernos mientras las hembras, que son la hematófagas se dan el festín… Estas deben alimentarse de aminoácidos y es nuestra sangre quien se los proporciona para poder realizar la ovogénesis.

En fin, regreso a mi artículo. ¡Ya lo vi! Está posado sobre una cortina, ahora es cuando… de nuevo, se escapó. Pero apenas me siento frente a la computadora lo miro de reojo como se acerca. Definitivamente algo lo atrae hacia mí. Para empezar, ¿cómo me localiza? Tienen ojos compuestos y seguro me mira como a través de un caleidoscopio. Por cierto, tengo uno y me paro a mirar y tener la experiencia del mosquito. Con la luz del monitor ilumino mi juguete y la verdad es un alucine, pero definitivamente si así ve un mosco, difícilmente me localizará, de manera que debe reconocer de mí otra cosa.

Para localizar un cuerpo por su calor corporal, un animal debe presentar en la superficie celular en las antenas, ojos u otras estructuras especializadas para tal fin, receptores sensibles a los cambios de temperatura. Estos “termorreceptores” se conocen bien en muchas especies, pero no han sido localizadas en los mosquitos, aunque esto no significa que no existan.

Definitivamente este mosco logró fastidiarme y ahora me pongo a buscar información. La biología molecular proporciona técnicas muy fiables para buscar proteínas asociadas a una función. Las proteínas, como hemos explicado en Cienciario, están codificadas por los genes, de manera que en las bases de datos de genes debe existir información. Los moscos son dípteros, como las moscas y en NCBI hay cualquier cantidad de secuencias de ADN descritas en dípteros y de las que ya se ha probado su función y definitivamente no hay de termorreceptores.

Lo que si hay identificados son receptores de CO2 y de muchos olores. Estas secuencias fueron identificadas en el genoma del mosquito Anopheles gambiae responsable de actuar como vector del paludismo…

En eso estoy, distraído de mis obligaciones con Cienciario por un maldito mosquito, cuando doy con un artículo publicado en la revista Science en febrero de este año. Resulta que Paul A. Garrity y sus colaboradores en Brandeis University en Massachusetts, USA, encontraron un grupo de receptores llamados IR21a que actúan como receptores ionotrópicos como en las moscas. Es decir, les permite a estas evitar el calor. Pero según los autores, en los mosquitos actúan de manera opuesta.

¡Por ello no se habían localizado! Se buscaban receptores de calor y estos son más receptores de frío… Las moscas los usan para eludir temperaturas extremas (calientes o frías) midiendo las variaciones de temperatura. Tal vez, a los mosquitos les permitan eludir el frío y por lo tanto acercarse a una fuente de calor, que en este caso sería yo… En fin, los mosquitos expresan estos genes en células de los segmentos proximales de las antenas, llamados sensilias.

Una diferencia de medio grado de temperatura, de 37° a 36.5° C es perfectamente detectado por las sensilias. Esto significa que los mosquitos, como sus parientes, las moscas, en realidad tratan de evitar el frío, motivo por lo que se acercan a las fuentes de calor (yo). Dicho de otra manera, los mosquitos no buscan mi sangre “caliente”, buscan protegerse del frío y casualmente encuentran una fuente de proteína.

El asunto es si mi familia tiene la misma temperatura corporal que yo, después de todo somos todos homeotermos, ¿por qué me pican más mi? La diferencia parece estar en el microbioma de la piel, esos millones y millones de bacterias que la habitan y que nos dan individualidad, producen olores, CO2 y esas cosas para que los mosquitos, efectivamente tienen receptores.

Ahora, ¿prendo el aire y enfrío la habitación? No parece muy sensato después de leer este artículo, pues generaré una variación mayor de temperatura y me convertiré en un radiador de lo más atractivo para ese mosco maldito. ¿Caliento el cuarto, buscando enturbiar sus sensores? Yo saldré huyendo… definitivamente, le voy a echar insecticida y regreso al rato a terminar el artículo…


Originario de un pueblo del Bajío michoacano, toda mi formación profesional, desde la primaria hasta el doctorado la he realizado gracias a la educación pública. No hice kínder, por que en mi pueblo no existía. Ahora soy Profesor-Investigador de la Universidad Michoacana desde hace mucho, en el área de biotecnología y biología molecular… Además de esa labor, por la que me pagan, me interesa mucho la divulgación de la ciencia o como algunos le dicen, la comunicación pública de la ciencia. Soy el jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia en la misma universidad y editor de la revista Saber Más y dedico buena parte de mi tiempo a ese esfuerzo.