El papel del científico no es del todo entendido por una parte de la sociedad, con excesos como descalificar una función esencial y de la que el artículo científico da cuenta, como herramienta de comunicación y debate crítico   



Horacio Cano Camacho


En el discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa le dedicó un párrafo muy emotivo a su esposa Patricia: “…es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: Mario, para lo único que tú sirves es para escribir”. Este pasaje viene a mi mente cuando leo que unos tipos nos reclaman a los investigadores que no servimos para nada, más que para escribir artículos (papers) que nadie lee…

Me preocupa mirar estas opiniones con cierta frecuencia en las redes o en la prensa. Y mi preocupación aumenta cuando quien lo dice es un universitario porque refleja que no conocen debidamente los procesos de la ciencia, o están expuestos a una ideologización extrema en la que “el enemigo” es la herramienta y buscan afanosamente “argumentos” a toda costa para desprestigiar el trabajo de investigación.

El artículo científico es una herramienta de comunicación de la ciencia. Hasta finales del Siglo XIX, los científicos tenían que esperar las reuniones de sus academias (una o dos veces al año) para comunicar sus ideas, resultados y cuestionamientos. Solían hacerlo también por carta o incluso publicando informes en forma de libro, pero todos estos eran métodos muy lentos y azarosos. La consolidación de las revistas científicas en esa época y la mejora en su distribución y acervos fue generando una forma de comunicación entre pares que aún hoy, con los formatos digitales, sigue siendo fundamental para el avance del conocimiento.

Pero un artículo científico no es para todo el mundo. Es un informe original, escrito, revisado y publicado, que describe resultados experimentales, nuevos conocimientos o experiencias que se basan en pruebas. Su finalidad es poder compartir y contrastar estos resultados con el resto de la comunidad científica de un campo especializado, que una vez validados, se incorporan como recurso de información a disposición de los interesados, que son en principio esas comunidades, si bien están accesibles para todo el que quiera acercarse a esos temas y más aun en una universidad.

Un elemento fundamental de la ciencia es el debate crítico de los resultados de una investigación. En un artículo se señalan abiertamente todas las observaciones, las conclusiones, hipótesis y métodos de prueba usados, de modo que cualquier lectura competente e informada pueda juzgar hasta que punto las conclusiones están respaldadas por las pruebas y evidencias. Esa revisión crítica la hace la comunidad científica y ésta no otorga premios ni reconocimientos en ceremonias. Lo hace a través de usar ese conocimiento como referencia a su propio trabajo.

La ciencia avanza sobre el conocimiento previo. Cada avance en la ciencia se logra a partir de la capacidad de realizar una análisis serio, crítico y exhaustivo de lo que se sabe y lo que falta por saber y este conocimiento está registrado fundamentalmente en los artículos científicos, publicados y contrastados por otros expertos, así sean modestos grupos de investigación. Las grandes teorias nacen de la capacidad de hacer una buena síntesis de los pequeños avances y errores previos. Los grandes logros científicos que todos conocemos se publicaron en forma de artículos, y a su vez, están cimentados sobre este trabajo registrado previamente.

El “argumento” del número de lectores también refleja el nulo entendimiento de la ciencia. Las comunidades científicas suelen ser pequeñas y más en campos nuevos de la ciencia: los temas médicos o vinculados a la salud suelen tener mucho más lectores competentes porque son cumunidades grandes, mientras que los expertos en fenilpropanoides, aleloquímica o en CAZimas (mi caso) somos comunidades más pequeñas, de manera que su “impacto”, medido por el número de veces que nuestro trabajo se usa de refencia, será muy diferente por este hecho. Que un artículo de glucómica tenga mil citas, es un logro; que tenga varios millones, sería imposible o una trampa macabra.

“Un artículo es costoso e inaccesible…” Editar y distribuir una revista es un proceso muy costoso y la mayoría se sostiene de suscriptores. Otras son subvencionadas por asociaciones científicas, pero cada vez son más frecuentes las revistas Open Acces, en donde el costo de publicación corre a cargo del investigador y el acceso es gratuito para quien quiera leer un artículo. De cualquier manera este acceso no esta vetado ni condicionado a nadie, la cuestión es si lo pueden comprender a cabalidad sin ser expertos o les interesan esos temas.

Al público no especializado (que incluye a los mismos científicos de otros campos) van dirigidos los artículos de divulgación o comunicación pública de la ciencia, los reportajes periodísticos y los libros de popularización de la ciencia entre otros recursos, y estos son elaborados por otros científicos y divulgadores, especializados en esta disciplina.

Reclamarle a un científico que “solo” se dedique a escribir artículos científicos es una sinrazón, porque además es una generalización falsa. En el mejor de los casos, sería un elogio, como lo dice Vargas Llosa. Sin embargo, publicar los resultados de investigación es solo una pequeña parte del trabajo científico…

Podemos, y eso sí con justa razón, exigirle a los científicos que participen más de la divulgación para hacer accesible el conocimiento al gran público y contribuir a la formación de una cultura científica en la sociedad, que buena falta nos hace.


Originario de un pueblo del Bajío michoacano, toda mi formación profesional, desde la primaria hasta el doctorado la he realizado gracias a la educación pública. No hice kínder, por que en mi pueblo no existía. Ahora soy Profesor-Investigador de la Universidad Michoacana desde hace mucho, en el área de biotecnología y biología molecular…

Además de esa labor, por la que me pagan, me interesa mucho la divulgación de la ciencia o como algunos le dicen, la comunicación pública de la ciencia. Soy el jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia en la misma universidad y editor de la revista Saber Más y dedico buena parte de mi tiempo a ese esfuerzo.