“Una de las cosas que observé hace ocho años al hacerme cargo de la organización -entre otras cosas- del Tianguis de la Ciencia, la feria del conocimiento más importante de Michoacán, fue cierto ´agotamiento´ de las formas de comunicar la ciencia”.

 

Horacio Cano Camacho

Hace ya muchos años, paseaba por una de las plazas más bonitas de Morelia, en esa época incipientemente tomada por cafés y antros, cuando me encontré con un conocido que bebía una cerveza con sus cuates. Me detuve un rato a saludarles y el amigo de inmediato me lanzó una puya. Por entonces yo comenzaba a escribir para Cienciario, en aquel entonces suplemento de un periódico en papel.

El comentario pretendía -así lo sentí- desacreditar mis colaboraciones. Me dijo, “tú no haces divulgación de la ciencia, cuentas historias…”. Esta expresión lapidaria fue seguida de la inmediata aprobación de los contertulios. Desde luego no me ofendí, en realidad me sonó como un halago involuntario, porque, efectivamente, yo intentaba contar historias.

Sin ánimo de teorizar aquí, podemos diferenciar dos corrientes en la divulgación de la ciencia: la corriente que yo llamo declarativa, que busca en todo momento encontrarse cerca del hecho científico y cuida de no alejarse del lenguaje de la ciencia y los científicos. No acepta adornos del lenguaje, utiliza un estilo directo, aséptico, carente de palabras Alguna ocasión, yo mencioné en radio, que una estrella estaba a más o menos 40 billones de kilómetros de nuestro Sol. De inmediato recibí un mensaje diciéndome que no, que en realidad estaba a 4X1013 millones de km o más exactamente a 4.2 años luz… es decir un 4 seguido de 13 ceros o más exactamente 4.2X1012… la divulgación declarativa suele ser una traducción muy cuidada, pero que no prescinde del lenguaje complejo de la ciencia.

Sin duda la claridad y la exactitud de los datos son importantes y desde luego esta forma de comunicación de la ciencia es importante, sin embargo, se pierde en aclararlo todo, usa información excesiva, trabaja únicamente con datos duros y es muy aburrida fuera del círculo de los ya convencidos puesto que no logra generar empatía con el gran público y es excesivamente solemne, fuera de los fans o de quien ya cuenta con una cultura científica más o menos sólida…

Las dificultades léxicas y conceptuales parecen ser el factor principal de la incomprensión de la ciencia para el público no especializado. Por ello, el otro estilo de divulgación, al que llamaremos narrativo, busca otra forma de comunicación más apegada a las emociones. Por muchas investigaciones sabemos que las audiencias comprenden y recuerdan mejor una escritura narrativa que una declarativa… Las formas narrativas buscan ser más que una simple traducción, en realidad se proponen ser una recreación del hecho científico, provocar la sorpresa, conservar el rigor, pero buscar la amenidad para generar preguntas y la reflexión en el público, no simplemente aportar datos y datos. La forma narrativa cuenta una historia a través de eventos relacionados a contextos emocionales. La escritura declarativa expone los hechos sin mucho contexto social o emocional.

Presentando la misma información que el estilo declarativo, las formas más narrativas tienen un mayor potencial de incrementar el interés y la asimilación del público. El estilo narrativo se reconoce como una herramienta muy poderosa de comunicación para la divulgación. He de decir, que las formas narrativas son muy efectivas para comunicar el “espíritu” de la ciencia y atraer a los sectores más alejados de esta actividad, incluso a los que “no saben que no saben”.

No sé si he logrado insertarme en esta forma de divulgación, creo que no me toca decirlo, pero es lo que intento. Por supuesto, contar historias no significa decir falsedades o no tener el soporte de los datos duros a la hora de contar. En fin, ¿qué tiene que ver esto con el Tianguis de la Ciencia?

Una de las cosas que observé hace ocho años al hacerme cargo de la organización -entre otras cosas- del Tianguis de la Ciencia, la feria del conocimiento más importante de Michoacán, fue cierto “agotamiento” de las formas de comunicar la ciencia. Una suerte de retraso en los recursos y las formas, frente al avance de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y también un proceso de obsolescencia muy peligrosa en las maneras de construir sus talleres.

La divulgación de la ciencia, en México y América Latina, la hacen fundamentalmente las universidades, sobre todo las públicas, por lo que esta tendencia es muy seria. Frente a los recursos casi infinitos de los medios, que solo se interesan por el lucro o el avance terrible de la seudociencia y la charlatanería, la circulación de información falsa y esas manifestaciones peligrosas, es necesario mejorar la calidad y la creatividad de nuestro trabajo. Esto significa entrar en un proceso de profesionalización, más allá del carácter voluntario de nuestra actividad.

He atestiguado que el Tianguis se está renovando, en especial en esta edición número 30 fue muy grato comprobar la dedicación de los expositores, la creatividad, el ingenio de los participantes, que lograron cautivar al público. Pero también pudimos ver la disposición de éste para dejarse cautivar. Ambos lados son fundamentales. Y he de decir que se notó un acercamiento a las formas narrativas de comunicar. Con rigor, con muchos recursos creativos, hemos avanzado en dejar de lado la idea de que estamos allí solo para explicar, para “tirar netas” frente a gente que “no sabe”.

Hubo en el Tianguis, una comunicación claramente en las dos direcciones, del público que tienen infinidad de preguntas, de dudas y busca a los “expertos” para informarse, pero también los expertos se dejaron seducir por el público y se identificaron con él, porque a fin de cuentas, somos los mismos. Ayer eramos público, hoy tenemos manera de aplicar nuestro conocimiento para intentar mejorar y transformar lo que somos. Ese es el espíritu del Tianguis de la Ciencia y creo que definitivamente vamos mejorando día con día -edición tras edición- de nuestra fiesta de encuentro con quienes somos…


Originario de un pueblo del Bajío michoacano, toda mi formación profesional, desde la primaria hasta el doctorado la he realizado gracias a la educación pública. No hice kínder, por que en mi pueblo no existía. Ahora soy Profesor-Investigador de la Universidad Michoacana desde hace mucho, en el área de biotecnología y biología molecular… Además de esa labor, por la que me pagan, me interesa mucho la divulgación de la ciencia o como algunos le dicen, la comunicación pública de la ciencia. Soy el jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia en la misma universidad y editor de la revista Saber Más y dedico buena parte de mi tiempo a ese esfuerzo.