“El programa nacional de vacunación de México, es una de las cosas que se han hecho mejor en nuestro país y de verdad es una envidia para el mundo. Aquí no hemos experimentado las resistencias de Europa o EUA, ni los antivacunas han sentado sus reales, y aunque pirados hay por todos lados, aquí son francamente pocos. Y es que nuestro país tiene una enorme historia de vacunación…”
Horacio Cano Camacho
Corría el año de 1973, yo estaba cursando ya la primaria cuando se anunció por todo lo alto la creación del Programa Nacional de Inmunizaciones con el que se organizó la vacunación masiva en nuestro país de manera sistemática y organizada, y se inició la aplicación simultánea de cinco vacunas contra siete enfermedades (BCG, Sabin, DPT, anti-sarampión y anti-toxoide tetánico).
En casa se hablaba mucho de la importancia de tal evento, pero mi padre comentaba que “la ultraderecha” estaba lanzando una campaña contra el programa, acusando al gobierno de propósitos aviesos. Incluso en muchos pueblos y ciudades, avionetas lanzaron volantes terroríficos en donde señalaban que el “gobierno comunista” quería realmente esterilizar a los niños. Fue tan dura la campaña que mucha gente comenzó a asustarse.
Un día, estando en la escuela comenzó a correr la noticia de que venían unas enfermeras y cuando las vimos entrar a la escuela, salimos despavoridos. Mi hermano Alfredo y yo escapamos por una ventana y llegamos corriendo a casa decirle a mi madre que habían llegado… Mi madre hizo entonces algo que le agradezco infinitamente, nos tomó de la mano y nos regresó a la escuela, donde nos vacunaron…
Hace unos días, de camino a la oficina, al llegar a la Ciudad Universitaria me encuentro con una fila enorme de gente que esperaba pacientemente el inicio de la jornada de vacunación. Se observa, al pasar, un ambiente tranquilo, en ciertas zonas festivo. Ahora les toca a los de 5 a 11 años.
Más tarde consulté a las mamás (y algunos papás) de la oficina que llevaron a sus crías y describían un proceso más o menos ágil. Luego contaron la experiencia, con algunas excepciones de algún niño asustado, la mayoría se lo tomaron muy bien, incluso con mucho optimismo. Al momento de escribir esto, se han vacunado alrededor de 100,000 niños en Morelia y la jornada continuará.
Después, ya en los noticiarios de televisión y redes pude ver entrevistas a los niños y de verdad estoy gratamente sorprendido de la claridad que tienen estas chicas y estos chicos, hasta los más chiquitos. Saben que es un instante de “dolor”, que tal vez tengan algunas molestias, pero el beneficio compensa todo. Algunos expresan que tal vez se enfermen, pero será “una covid” menos grave, no contagiarán a sus padres y abuelos y podremos en algún momento “regresar a la normalidad”.
De verdad, estas manifestaciones me hacen ser optimista. El programa nacional de vacunación de México, es una de las cosas que se han hecho mejor en nuestro país y de verdad es una envidia para el mundo. Aquí no hemos experimentado las resistencias de Europa o EUA, ni los antivacunas han sentado sus reales, y aunque pirados hay por todos lados, aquí son francamente pocos. Y es que nuestro país tiene una enorme historia de vacunación…
La historia se remonta a 1804, cuando el Rey de España aprobó una orden real para emprender la vacunación contra la viruela en todos los territorios de la corona, encargando la organización al médico chiapaneco Felipe Flores. El Consejo de Indias comisionó al doctor Francisco Xavier de Balmis para la tarea. Balmis partió para México con 22 niños vacunados, cuya linfa se usaba para elaborar las vacunas en un procedimiento “brazo a brazo” (recuerde que las técnicas aún eran muy primitivas). Aquí inició la primera campaña masiva de vacunación fuera de Europa.
Al año siguiente, Balmis partió del Puerto de Acapulco con 24 niños inoculados para iniciar la vacunación: con la linfa de niños mexicanos, se inició la vacunación en Filipinas y en China. En 1868, el doctor Ángel Gabiño Iglesias trajo a México el virus aislado de la vacuna e inició su producción en nuestro país. En 1888, el doctor Eduardo Liceaga inició la vacunación antirrábica con vacuna traída del Instituto Pasteur de Francia. En 1905, se crea el Instituto Bacteriológico Nacional donde se inicia la producción de vacuna contra la viruela y posteriormente se inició la producción de vacuna antirrábica, y contra el tétanos y se renuncia a la vacunación brazo a brazo por técnicas más modernas.
A partir de 1960, se comenzó la producción de la vacuna trivalente antipoliomielítica oral y en 1970 se inició la producción de la vacuna contra el sarampión. Para 1990, México era uno de los siete países autosuficientes en vacunas del mundo… Todo un orgullo y que nos dotaba de soberanía en ese aspecto. Esto cambió en 2009 cuando el gobierno decidió que era mejor comprar la vacunas que fabricarlas y dejó en la inanición a la empresa del estado dedicada a producirlas (BIRMEX o Biológicos y Reactivos de México).
A pesar de lo que se dice al calor de las disputas ideológicas, nuestro país ha asumido políticas nacionales y compromisos internacionales destacables en materia de vacunación, de vigilancia epidemiológica y de educación para la salud en la materia. Los logros son evidentes, la erradicación de la viruela, la erradicación de la rabia, el control pleno, casi erradicación de la poliomielitis, tétanos neonatal, el control de la mortalidad por sarampión (el cual estaría erradicado del mundo de no ser por los antivacunas) y avances sustanciales contra la difteria, la tosferina, el tétanos, el sarampión, la poliomielitis o la tuberculosis. Tenemos una de las mayores coberturas del mundo de las vacunas anticovid. Y para complementar, tenemos un personal médico con enorme experiencia en campañas masivas; las “anécdotas” que contaron algunos sobre la vacunación anticovid de sus hijos son maravillosas.
En materia de producción de vacunas y otros biológicos, el covid nos enseñó que debemos recuperar la soberanía en el diseño y producción de vacunas, reconstruyendo Birmex, e incorporando lo más moderno en su producción con la creación de diversas plataformas vacunales, incluyendo las de RNAm. Además, hay que formar urgentemente virólogos y vacunólogos y reforzar la capacidad de diagnóstico y vigilancia.
Debemos continuar con la educación para la vacunación y entender que seguirán existiendo quienes nos intenten asustar con que vienen las enfermeras, pero cada día las madres y los padres seguirán asumiendo la actitud de mi madre en su momento, entender que la vacunación es una de las mejores medidas de la medicina social y que debe asumirse como un ejemplo de conciencia colectiva. Hoy estoy optimista…
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