“El problema es cuando alguien confunde saber con creer. Muchos piensan que porque tal persona (incluyendo por desgracia, médicos), recomiendan una sustancia, esta funciona. De esa manera yo busqué en redes sociales y me encontré con decenas de videos que relatan hechos anecdóticos sobre esta y otras sustancias y las recomiendan para curar todo”.

 

Horacio Cano Camacho

Creer algo es muy diferente a saberlo. Hace unos días leí una nota sobre la muerte, por Covid-19, de un personaje (influencer, les dicen) que se asumía como antivacunas, anti-uso de mascarillas y promovía cualquier cantidad de remedios milagrosos para curar la enfermedad que a la par negaba. Sea quien sea o las ideas que defienda, es una pena lo que sucedió, como lo es con cada una de las personas que se contagian y más, con los millones que ya han muerto en el mundo.

Uno de los remedios que usó, antes de caer al hospital con un cuadro ya irreversible, era la ivermectina. Yo no soy médico, de manera que no me detendré a discutir sobre sus efectos, solo lo usaré de ejemplo de como funciona la ciencia, y por qué, cuando ignoramos esto, nos ponemos en grave riesgo.

La ivermectina es un antiparasitario usado en la medicina veterinaria. Hace algunos meses (junio de 2020), se publicó un artículo que daba cuenta de los efectos sobre el SARS-CoV2, responsable de la Covid (https://doi.org/10.1016/j.antiviral.2020.104787). Muchos medios dieron cuenta de esta noticia, sin molestarse en revisar con cuidado el propio artículo y de repente saltó a la opinión pública como un remedio “seguro” para tratar la enfermedad, incluso muchos médicos comenzaron a prescribirlo.

El artículo en cuestión era claramente una fase preclínica y los ensayos sobre el fármaco se hicieron in vitro, es decir literalmente en una caja de vidrio, sin mediar pruebas en seres vivos y menos en humanos. Esto no es raro, es parte de las fases de investigación de cualquier sustancia candidata a fármaco. Y más, cuando tenemos una emergencia sanitaria de las dimensiones de la actual, los investigadores, para ganar tiempo, antes que diseñar o descubrir una nueva medicina, comienzan ensayando sustancias ya conocidas por sus efectos, en este caso, contra virus. Ensayan medicamentos contra otras enfermedades, metabolitos o sustancias ya aprobadas contra otras enfermedades, o que están en investigación contra otras cosas. Si alguna de estas muestra algún efecto, se publica en una revista científica para que otros miembros de la comunidad científica no comiencen de cero y puedan acelerar su propia investigación.

Usted tal vez no lo sabe, pero esto se hace con cualquier sustancia que encuentra en la farmacia (en el caso de medicina de patente). Estas son las que pasaron las pruebas y su uso tiene beneficios que superan los riesgos y estos beneficios pueden ser demostrados con la evidencia (los resultados) de las distintas fases de la investigación. Debemos aclarar aquí, que la mayoría de las sustancias probadas se queda en las fases preclínicas, antes de probarse en animales y muchas, incluso, son retiradas de las farmacias cuando se demuestra un efecto no conocido y que puede resultar de riesgo y se le retira la autorización.

De esta manera, la ivermectina había demostrado ciertos efectos contra el virus, pero aún era muy temprano para usarlo en humanos. No había pruebas adicionales, que alguien, en algún lugar seguro retomaría. Y así fue, las siguientes fases no mostraron beneficio alguno, por lo cual, los organismos de vigilancia de medicamentos no autorizaron su uso de emergencia para el caso de Covid. El problema no era solo que la ivermectina es muy tóxica para nosotros mismos, el asunto es que su uso retrasa la aplicación de otras medidas que sí han demostrado ser adecuadas y ahora sabemos, para el caso del Covid, que el tiempo de actuación de los médicos es crítico para salvar a un enfermo.

Sin embargo, la ausencia de conocimientos de cómo opera la ciencia llevó a mucha gente a asumir que por el hecho de aparecer en una revista científica o en un noticiario es suficiente para aplicar tal sustancia (la mayoría ni siquiera leyó el título del artículo en cuestión: The FDA-approved drug ivermectin inhibits the replication of SARS-CoV-2 in vitro). Y se desató la discusión, incluso entre médicos que “aseguran” que ellos la usaban y funcionaba… El asunto es que las investigaciones tienen que seguir protocolos estrictos, un tamaño de muestra adecuado y los controles precisos para evaluar el candidato a medicamento, además del trabajo toxicológico indispensable. Recuerde, el “efecto” en un individuo es un caso anecdótico sin valor alguno para la ciencia.

El problema es cuando alguien confunde saber con creer. Muchos piensan que porque tal persona (incluyendo por desgracia, médicos), recomiendan una sustancia, esta funciona. De esa manera yo busqué en redes sociales y me encontré con decenas de videos que relatan hechos anecdóticos sobre esta y otras sustancias y las recomiendan para curar todo.

Resulta que hay un video que dicen que se curaron del cáncer, la diabetes o cualquier otra enfermedad de naturaleza distinta con procedimientos cuasi mágicos como comer ralladura de limón o tomar infusiones de hojas de chirimoya y sin aportar prueba alguna de un estudio sistemático afirman que cura… La persona que señalé al inicio y que murió de Covid, comenzó por negar la existencia de la pandemia. Fiel a sus posiciones ideológicas (seguidor de Donald Trump), simplemente negaba la realidad de tal enfermedad, luego la tomó contra el uso de cubrebocas y la necesidad de medidas de protección. Cuando aparecieron las vacunas, negó simplemente que estas fueran efectivas y retomó cualquier cantidad de ideas conspiracionistas.

Cuando enfermó, lo cual era más que previsible, simplemente acogió el uso de ivermectina como una manera de demostrar su resistencia al gobierno, que había negado el uso de emergencia de tal veneno al no encontrar evidencia de su efecto positivo. Su mensaje caló hondo en sus miles de seguidores que tampoco distinguen la diferencia entre “tener fe” y “creer”, con el saber que proporcionan las evidencias de estudios sistemáticos y que aplican los métodos de investigación de manera rigurosa. Cuando se dio cuenta que no solo no se curó, sino que su condición se agravaba con las horas, recurrió al hospital. Desafortunadamente ya era muy tarde y poco se pudo hacer: murió pidiendo a sus familiares avisar a sus seguidores que se equivocó…

Casos como este podrían reducirse con un conocimiento mínimo del método científico. Las vacunas y medicamentos actualmente disponibles son aquellas que pasaron las pruebas rigurosas del estudio científico. Los medios no lo suelen contarlo, pero muchas vacunas se cayeron en varias etapas incluso en la fase III de los estudios y las que lograron la autorización, están condicionadas a demostrar su eficacia en esta fase III extendida, donde se prueba en millones de personas y en condiciones reales. Algunas lograrán la autorización definitiva, otras se quedarán en el camino. Para cosas como esta sirve la ciencia, no lo olvide la próxima vez que piense en consumir un producto milagroso porque tienen fe en él…


Imagen: Pixabay


Originario de un pueblo del Bajío michoacano, toda mi formación profesional, desde la primaria hasta el doctorado la he realizado gracias a la educación pública. No hice kínder, por que en mi pueblo no existía. Ahora soy Profesor-Investigador de la Universidad Michoacana desde hace mucho, en el área de biotecnología y biología molecular… Además de esa labor, por la que me pagan, me interesa mucho la divulgación de la ciencia o como algunos le dicen, la comunicación pública de la ciencia. Soy el jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia en la misma universidad y editor de la revista Saber Más y dedico buena parte de mi tiempo a ese esfuerzo.