“Por si fuera poco, las vacunas ´más modernas´, como las de Pfizer-BionTech, Moderna y Jensen, basadas en ARN, datan de los años 90 del siglo pasado. Se comenzaron a desarrollar con diversos propósitos y a ensayar en sistemas in vitro.”
Horacio Cano Camacho
Hace unos días una amiga me llamó para hacerme unas preguntas sobre las vacunas. Me externó su preocupación sobre lo “acelerado” del proceso de creación de las vacunas contra la covid-19 y el temor de que esto indujera errores o escondiera peligros no vistos por la urgencia de desarrollo.
Después de meditarlo un poco, creo que científicos y divulgadores hemos cometido un error al elogiar la “velocidad” record en el desarrollo de las vacunas sin contextualizarlo adecuadamente y luego la prensa lo ha amplificado generando miedo y desconfianza. Tradicionalmente el proceso de generación de vacunas lleva varios años, incluso décadas, y muchos de los intentos no fructifican. En el pasado esta tardanza se debía a las dificultades para aislar el agente patogénico, incluso cultivarlo, caracterizarlo, secuenciarlo e identificar las características que le permitían ubicar las células huésped y penetrar en ellas. Era un proceso cuasi artesanal, además de tardado y costoso.
Desde este punto de vista, identificar, aislar, caracterizar al SARS-CoV-2, responsable del covid-19, crear sistemas de detección, vacunas candidatas y algunos medicamentos o tratamientos a lo largo de un año si es un hito científico, y eso lo hemos destacado científicos, divulgadores y periodistas. Pero, como ya lo dije, no lo hemos contextualizado debidamente y hemos generado la idea de una investigación “al vapor” por la urgencia.
Y esto no es así. Es una velocidad record, gracias al enorme desarrollo de la biología y la biotecnología moleculares en los últimos treinta años.
La aparente velocidad record oculta en realidad décadas de trabajo. Vamos a ver: las técnicas de secuenciación masiva que posibilitaron tener en menos de una semana la secuencia completa del virus y diversas variantes y permitieron diseñar los sistemas de diagnóstico mediante PCR (técnica de los 80´s y desarrollada como RT-PCR en 2005), llevan entre nosotros desde el proyecto del genoma humano, antes del año 2000 y la secuenciación masiva y totalmente automatizada se perfeccionó con desarrollos tecnológicos e informática a partir del 2005, avanzando de manera sorprendente año con año. Ahora es una técnica rutinaria en mi laboratorio y los de cualquiera que haga en serio ciencia moderna (y neoliberal…).
Este avance se acompañó de los análisis informatizados, la comparación de secuencias de miles de muestras en minutos y en línea totalmente, es decir, sin tener físicamente los virus. Además, se utilizó la predicción de estructuras tridimensionales de todas las macromoléculas del virus, incluyendo por supuesto la famosa proteína S, responsable del reconocimiento celular del virus a través de los receptores de angiotensina (AC2 y otros). Cuando tenemos una secuencia genética, disponemos de software que nos permite determinar la estructura tridimensional en minutos. Antes se requería purificar la proteína a homogeneidad, cristalizarla y realizar análisis muy complejos de difracción de rayos X, lo que podía implicar años de trabajo. Ahora no sólo tenemos la estructura en minutos, podemos buscar dominios de unión a otras proteínas o ácidos nucleicos (ADN y ARN), lo que nos permite, en cuestión también de minutos, identificar la asociación de la proteína S a otras proteínas, en este caso, de las células huésped. Así se identificó el receptor y con ello, el candidato más obvio para vacuna.
Y no sólo eso, podemos ir variando aminoácido a aminoácido la proteína S, simulando mutaciones “naturales” y anticipar la afinidad por el receptor hasta encontrar estructuras incompatibles. Esto nos permite diseñar anticuerpos y medicamentos en unos días… este tipo de tecnología nosotros la usamos a diario en nuestro laboratorio desde hace unos diez años (con otras proteínas y propósitos, claro).
Con solo tener la secuencia de nucleótidos en nuestra computadora, podemos identificar y anticipar las regiones de control, los genes, y las características importantes, lo que nos permite cortar, eliminar, añadir, lo necesario para evitar la reproducción del virus, o que este exprese lo que queremos, se reproduzca en las células que queremos y por supuesto, que no genere ninguna enfermedad. Esto fue posible por todas las técnicas de la biotecnología y la virología molecular que datan de los años 70´s y 80´s del siglo pasado.
Por si fuera poco, las vacunas “más modernas”, como las de Pfizer-BionTech, Moderna y Jensen, basadas en ARN, datan de los años 90 del siglo pasado. Se comenzaron a desarrollar con diversos propósitos y a ensayar en sistemas in vitro. Claro, no había prisa y los laboratorios, que no son entidades de beneficencia pública, se lo tomaron con calma, pero ya se sabía de su funcionamiento, su inocuidad (en sistemas in vitro y preclínicos) y su eficiencia y sólo se buscaba en qué aplicar esta tecnología para que económicamente fuera rentable (en esos años era muy caro producirla). El Covid-19, sin duda, aceleró las últimas fases…
Las otras vacunas “modernas” como las de Oxford-Astra Seneca y Sputnik, basadas en vectores virales modificados, tienen al menos 25 años de uso y experiencia. Se desarrollaron, desde luego, como recursos contra otras enfermedades (recuerde, el Covid-19 no existía hasta hace un año), como el Ébola. Y el tercer tipo de vacunas, basadas en virus atenuados, son ya de dominio generalizado pues su tecnología es la más probada.
De manera que esta pandemia nos encontró, desde la perspectiva científica, en un escenario ventajoso. Los aspectos de salud pública tan vulnerables que tenemos y la actitud frente a las necesidades colectivas son un problema distinto…

Los traficantes del miedo, dentro de los que se encuentran antivacunas, políticos, medios masivos y opositores de cualquier tendencia política, han aprovechado la escasa cultura científica de la sociedad para destacar los pequeños problemas y tropiezos normales en cualquier proceso de desarrollo científico, amplificándolo con la finalidad de asustar y desacreditar a sus oponentes, pero no tienen que ver con ciencia y tecnología. Las vacunas ya están aquí, funcionan muy bien, son seguras y eficientes, y es importante que la población se vacune cuando estén disponibles. Este recurso no solamente protege contra la enfermedad, también disminuye los riesgos de mutaciones, recombinación y cambios bruscos en los virus circulantes al bajar las presiones de selección sobre ellos (entre más personas estén enfermas, más rápido cambian los virus), lo cual asegura la inmunidad de largo alcance.
No lo olvide, hay que vacunarse, es lo más responsable e inteligente que puede hacer…
Fotografía principal: Emin Baycan | Unsplash
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