“Dentro de las rarezas, se acaba de descubrir otra: Protistas que se alimentan de virus, es decir virívoros. Ya se conocían virus que atacan bacterias y las destruyen, los famosos fagos o bacteriófagos.»

 

Horacio Cano Camacho

En el mundo hay innumerables formas en que los seres vivos interactúan entre sí, con su propia especie y con otras. Cuando estas relaciones están basadas en la alimentación les llamamos interacciones tróficas: los organismos se comen entre ellos haciendo fluir la energía de unos a otros. Nosotros nos comemos una vaca que se comió el rastrojo de una planta, que, a su vez, fijó el carbono de la atmósfera por fotosíntesis y, en algún momento, a nosotros nos comerán las bacterias, hongos, gusanos y otros seres, si no es que nos cena algún león…

En las interacciones tróficas también hay rarezas, por ejemplo, plantas que comen animales, desde insectos hasta peces, virus que se “alimentan” de bacterias, amibas que comen bacterias… Este último caso es muy interesante; resulta que las amibas no poseen mitocondrias, organelos que producen la energía biológica del ATP. Eso tiene que ver con su origen. Probablemente surgieron luego de que se formó el núcleo, pero antes de que por endosimbiosis se originaran las mitocondrias, que alguna vez fueron bacterias.

Las amibas, en nuestro intestino se alimentan de bacterias, que allí son muy abundantes, en particular de lactobacilos. No digieren de inmediato su comida, se sabe que las bacterias siguen vivas un tiempo dentro de la amiba y producen para ella el valioso ATP. Esta interacción es tan importante, que mientras haya lactobacilos, las amibas se comportan como comensales dentro de nuestro cuerpo, sin hacerle daño. Pero cuando las bacterias disminuyen por algún desequilibrio nutricional o por un tratamiento con antibióticos de amplio espectro, a las amibas se les acaba el festín y se vuelven agresivas con nosotros, atacando las paredes intestinales y, entonces, se sirven de nosotros como su alimento…

Dentro de las rarezas, se acaba de descubrir otra: Protistas que se alimentan de virus, es decir virívoros. Ya se conocían virus que atacan bacterias y las destruyen, los famosos fagos o bacteriófagos. También se conocía que existen organismos filtradores en el agua que, al pasar esta, arrastrando los alimentos, comían muchos virus, que en los océanos son las estructuras biológicas más abundantes, junto con las bacterias y simplemente los digieren junto con el resto de la comida, pero este es el primer caso de organismos que pueden vivir exclusivamente de comer virus, haciendo fluir la energía contenida en estos, incorporándola a las cadenas tróficas.

Los protistas son un grupo de organismos microscópicos muy diversos, tienen núcleo verdadero (son eucariotas, como nosotros), no son animales, ni plantas, ni hongos, tampoco bacterias. Son unicelulares o pluricelulares muy simples. Aquí se encuentran las amibas, diatomeas, foraminíferos, paramecios y un gigantesco etcétera. Hay varios que poseen cloroplastos y, por lo tanto, son autótrofos y realizan fotosíntesis, también hay filtradores, los que realizan fagocitosis y algunos son parásitos, como el Trypanosoma que causa la enfermedad de Chagas y el mal del sueño, el Plasmodium que provoca la malaria o las amibas ya citadas.

Ya hemos comentado que los virus son muy abundantes en todos los ecosistemas, en particular en el agua de mar. El plancton formado, entre otros por protistas, puede consumir grandes cantidades de material viral, tal vez de manera accidental, pero se desconoce cual es el papel de esta forma de alimentación en el flujo energético en la naturaleza.

En una artículo publicado hace unos días por la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS, https://doi.org/10.1073/pnas.221500012), un grupo de investigadores de la Universidad de Nebraska, reporta por primera vez que dos protistas, Halteria sp. y Paramecium bursaria, dos especies de ciliados, habitantes comunes de aguas marinas y salobres, en donde  forman interacciones mutualistas con algunas algas, no solo comen virus, sino que son capaces de vivir exclusivamente de ellos, crecer con la materia y energía aportada por este alimento y reproducirse consumiendo únicamente esta pitanza.

Hasta el momento, este descubrimiento tiene únicamente una importancia ecológica evidente: el descubrimiento de que los virus pueden formar parte de las cadenas alimenticias y que pueden ser un aporte importante en el flujo de energía en los ecosistemas. No deja de ser inquietante el descubrimiento, puesto que podría apuntalar las ideas en favor de considerar a los virus como seres vivos, puesto que también están incluidos en estas redes energéticas de la naturaleza.

También se antoja su aplicación potencial en la descontaminación de cuerpos de agua con la presencia de virus potencialmente patógenos. Los virus mismos se están proponiendo como una alternativa al uso de antibióticos. Los llamados fagos que pueden atacar de manera muy específica a ciertas bacteria patógenas, destruyéndolas, sin causar daño alguno a nuestro organismo. La posibilidad de buscar en los cuerpos de agua, protistas virívoros podría constituir un recurso más en la lucha contra las enfermedades virales, recuerde que una preocupación constante es que ciertas pandemias provocadas por virus pueda diseminarse por el agua o los desagües… Una muestra más de que hay que salir a cazar rarezas en el mundo natural, podemos encontrarnos aún con muchas sorpresas.


Originario de un pueblo del Bajío michoacano, toda mi formación profesional, desde la primaria hasta el doctorado la he realizado gracias a la educación pública. No hice kínder, porque en mi pueblo no existía. Ahora soy Profesor-Investigador de la Universidad Michoacana desde hace mucho, en el área de biotecnología y biología molecular… Además de esa labor, por la que me pagan, me interesa mucho la divulgación de la ciencia o como algunos le dicen, la comunicación pública de la ciencia. Soy el jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia en la misma universidad y editor de la revista Saber Más y dedico buena parte de mi tiempo a ese esfuerzo.