Con mucha paciencia, adultos mayores soportaron varias horas bajo el calor en una larga fila su turno para ser vacunados, al iniciar la jornada en el municipio de Tarímbaro.
Raúl López Téllez
Armados de optimismo y un ánimo inquebrantable, por cientos, acudieron a la cita sin remilgo alguno.
Miércoles 17 de marzo, inicio de vacunación contra la covid-19 en Tarímbaro. La sede, la Escuela Secundaria Lázaro Cárdenas en la cabecera municipal, además de otros dos centros de vacunación habilitados en Cuto y en Uruétaro.
Desde temprana hora –“yo llegué como a las seis de la mañana”-, se apostaron en la fila ante las puertas del plantel, una fila que para las 11:00 horas, fácilmente ya alcanzaba más de mil personas, adultos mayores, la tercera edad, los sesenteros y mayores de esta edad a quienes de acuerdo al calendario de vacunación de la federación, les corresponde el turno para la inmunización frente al SARS-CoV2.
La espera para llegar hasta el puesto de vacunación es prolongada. “Vamos a atender hasta las 19:00 horas, las siete de la noche, si van a alcanzar, hay miles de dosis”, dice un regidor del Ayuntamiento que recorre una y otra vez la fila para hablar con los que esperamos.
Igual el personal de Salud, los llamados “Servidores de la Nación”, vienen una y otra vez con un atomizador para rociar a los pacientes ciudadanos que sombrilla en mano, un banquito y alguna botella con agua, se organizan por igual para mantener el orden en la fila, llamar la atención a quien quiere meterse en la fila y solicitar que se atienda a personas que con notable dificultad pueden caminar o muestran su debilidad ante los estragos de un Sol que empieza a calar.
“A la cola”, llaman sin alterarse a los que quieren indisciplinar la formación. “¿Hola, Pedro, ya te vacunaste?”, saludan algunas señoras a un conocido, campesino como muchos de quienes habitan esta cabecera, antaño gran productora de hortalizas y donde ahora se siembran fraccionamientos indiscriminadamente.
Nadie estornuda, nadie tose, nadie se queja o muestra signos de enfermedad, lo que puede hacer suponer que, como sector vulnerable, los adultos mayores se han sabido cuidar.
Tampoco ningún comentario, al menos en los corrillos inmediatos en la fila, en contra de las vacunas. Se barajan sus nombres y tras darse a conocer que el biológico a inyectar es Sinovac, no faltan las bromas sobre su procedencia geográfica: “Ora sí, hasta chino vamos a hablar”; “Se te van a rasgar los ojos”; “Si los chinos lo empezaron, que los chinos lo remedien”.
Poco a poco la fila avanza, todos pegados al muro que circunda el plantel y que ofrece una sombra estrecha, apenas para que cubra de los rayos solares, mientras aparecen los vendedores ambulantes para la ocasión: sombrillas, sombreros, gorras, botellas de agua y alimentos, mientras en algunos domicilios se instalan puestos de comida.
Si ya nos esperamos un año…
Finalmente, quienes veían inalcanzable llegar a la entrada de la Escuela, por fin ingresan tras casi seis horas de estar formados, antes ya habían estado accediendo al recinto quienes desde temprana hora alcanzaron los primeros lugares. “¡Si ya nos esperamos un año, ni modo que no me espere un rato más!”, señala una doña.
Otra rociada con desinfectante, en cuerpo y calzado, toma de temperatura para ingresar a los puestos de vacunación ubicados en el patio del centro escolar, donde el primer paso es ocupar una silla –“¡Por fin nos sentamos!”-, y así recorrerse de acuerdo a las indicaciones de las jovencitas que atienden con amabilidad y una sonrisa a estos jóvenes de espíritu que al escuchar las instrucciones de cómo irse recorriendo en las sillas, no abandonan las bromas: “¡vamos a jugar a las sillas locas!”.
Algunos expresan su nerviosismo o su franco miedo, a unos pasos de los últimos trámites para recibir la dosis de Sinovac, entre éstos que sean revisados con la toma de la presión arterial y los niveles de oxigenación pulmonar, previo a la recepción de documentos y donde surgen las dudas y las dificultades de la brecha generacional respecto a las nuevas tecnologías, cuando se comenta que habrá que tener listo el formato impreso del Folio asignado tras el registro en línea: “¡Apenas y si me inscribieron los nietos, y eso con mucho problema porque se enfadaban!”, critica una doña que se dispone a hablar por celular para pedir el dato a su domicilio. “¡Yo ni celular tengo, tampoco internet!”, señala otra mientras una asistente las tranquiliza al decirles que no se preocupen, que buscarán su folio en cuanto lleguen a la mesa de la documentación, donde tras verificarse los datos, se entrega una constancia donde queda anotado el teléfono, “para hablarles en unos 28 días y avisarles cuando habrá que venir por la segunda dosis”.
Después de la revisión de documentos y la toma de constantes, al fin se ingresa a la última fila para recibir la inyección, a cargo de enfermeras y enfermeros, bajo la vigilancia de elementos de la Guardia Nacional que, adustos, se muestran en momentos entre enfadados y plenamente relajados.
La indicación tras recibir la dosis, es esperar media hora en un área aparte para verificar que no haya reacción secundaria alguna, las que no aparecen entre el grupo de vacunados que, una vez cubierto el trámite, esperan sumidos en su reflexión, en su silencio.
“¡Ya me vacuné!”, casi grita por el celular una señora, el rostro pleno de emoción, a punto de alcanzar la salida y concluir así una jornada que seguramente no se olvidará.
Son las 14:30 horas y en la fila todavía hay varios cientos a la espera.
Fotografías: Ciudadanos a la espera de vacunarse, en Tarímbaro, Michoacán.