Nuestro colaborador nos recomienda un libro tras cuya lectura, dice, ya no nos veremos “como antes”. El texto aborda el tema de los parásitos y sus complejas relaciones, organismos poco estudiados más allá de aquellos que nos provocan enfermedades y que incluyen a las bacterias y los virus.
Horacio Cano Camacho
Hoy hablaremos de parásitos, de esos que se definen como organismos que se alimentan de las sustancias que elabora un ser vivo de distinta especie, viviendo en su interior o sobre su superficie, con lo que pueden causarles algún daño o enfermedad.
La mayoría de los organismos que clasificamos como parásitos están en tres grandes grupos: protozoarios (amibas, giardias, plasmodios, todos unicelulares), helmintos (gusanos y organismos multicelulares como los nematodos, tenias, acantocéfalos) y ectoparásitos (garrapatas, pulgas, piojos, ácaros). Estos últimos además, pueden actuar como vectores de los otros. Por supuesto, hay que incluir a las bacterias y a los virus, que son los más numerosos.
Nuestra relación con estos organismos es muy compleja. Practicamente no existe ser vivo que no sufra un grado de parasitismo. Plantas, animales, hongos y hasta las bacterias, son atacadas por estos otros seres. La verdad es que fuera de los bichos que nos producen enfermedades a los humanos o a organismos vínculados a nosotros (plantas, animales domésticos), la mayoría de ellos permanencen desconocidos, pero de los que sí conocemos, sabemos que al año producen millones de muertes y daños severos a más de mil millones de habitantes del planeta, ante lo cual el mismísimo Coronavirus palidece.
¿Por qué esta forma de vida está tan extendida? ¿los parásitos representan funciones en sus huespedes aun desconocidas? ¿qué tan sofisticadas son sus estrategias para llegar a su huésped?
Quiero recomendarles un libro que trata todo esto, uno más para estos días de confinamiento. Se trata de Yo soy yo y mis parásitos de Kathleen McAuliffe (Ediciones Urano, 2017, ISBN 9788416990153, en papel o eBook). La autora es una periodista especializada en temas científicos, quien nos presenta una investigación fascinante sobre los parásitos que nos habitan y va dando cuenta de algo que los científicos investigan hace buen rato: Los parásitos desempeñan papeles más complejos que solo alimentarse de nosotros; influyen en nuestro comportamiento; en cómo actuamos, pensamos o sentimos.
El libro documenta una gran cantidad de casos de estas interacciones tan complejas y que por momentos parecen sacadas de una novela de terror, entre el parásito y sus huéspedes: Está el caso de un tremátodo (un gusanillo cercano a las planarias y las tenias), que tiene su huésped último en la oveja, quien se contagia a través de una hormiga. Durante mucho tiempo los especialistas se preguntaban cómo hacía el parásito para llegar a la oveja, si las hormigas no forman parte de la dieta del mamífero. Ahora lo sabemos, el tremátodo invade el cerebro de las hormigas y modifica su conducta, haciéndolas suicidas. Controla la región del cerebro que coordina la locomoción y con ello provoca que la hormiga se pose en las plantas que luego serán el alimento de la oveja. Si ninguna oveja se comió la planta durante la noche, la hormiga regresa a la colonia para protegerse de la desecación por el sol y regresa al día siguiente, hasta que se coman la planta que porta la hormiga infectada.
Otro caso sorprendente es el de un parásito de los gatos, un protozoo unicelular llamado Toxoplasma gondii. Este se expulsa del gato a través de las heces fecales y nosotros lo pescamos de las manos sucias. Resulta que este bicho tiene la capacidad de alojarse en el cerebro y modificar la conducta del huésped. Para iniciar, el toxoplasma llega al gato a través de ratones que al ser infectados le pierden el miedo al gato y envalentonados se le pasean por enfrente hasta que se los come. Luego, el gato contagia al humano, que a su vez modifica su conducta y se torna muy querendón con su pareja y la contagia a través del semen.
Este Toxoplasma puede estar detrás de transtornos de la conducta como la esquizofrenia y el suicidio y muchos accidentes, pues se ha visto que los infectados asumen conductas de riesgo que antes eran incapaces de realizar. Hay indicios de que muchas enfermedades mentales que sufre la especie humana pueden tener origen en los parásitos que cargamos, incluso la formación de asociaciones humanas y de allí a culturas pueden rastrearse a través de sus parásitos.
Una vez que leas este fascinante texto, ya no te verás como antes. Incluso, los malhadados virus deberán repensarse dado los indicios de que muchos están detrás de lo que somos, mucho más de los que hubiésemos pensado.
No quiero contarles más para no arruinarles la sorpresa. Les invito a leer un libro emocionante y muy adictivo, con muchos ejemplos y descripciones de los procesos que llevaron a estos descubrimientos, contados como novela de aventuras… Animese y seguro verá el mundo de los parásitos de una manera más sorprendente.

Además de esa labor, por la que me pagan, me interesa mucho la divulgación de la ciencia o como algunos le dicen, la comunicación pública de la ciencia. Soy el jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia en la misma universidad y editor de la revista Saber Más y dedico buena parte de mi tiempo a ese esfuerzo.